Un diablo narra el vacío
May 10, 2016 | Reseña
Por Cristian Carrasco.
Etiquetar es nuestra manera pequeña y estúpida de predestinar a los demás pero, como Pablo Yoiris lo sabe, la verdadera predestinación se ejerce administrando el acceso a las opciones. Si no tenés lugar propio y no tenés oportunidades, ¿quién sos, qué sos, qué podés aspirar a ser? La respuesta a todas las preguntas se acerca demasiado a la palabra nada.
El ser humano no es el animal que ríe ni el animal que llora: es el animal que etiqueta. La mente se tranquiliza cuando algo puede etiquetarse. Encerramos a una persona en una definición y eso nos da la seguridad -falsa- de que siempre va a comportarse de la misma forma: sus reacciones quedan fijadas dentro de un rango ultrarreducido de posibilidades y podemos predecirlo todo respecto a él. La etiqueta abre a la posibilidad de convertir el prejuicio en lógica pero lo único que logra es caer en el agujero negro de la tautología: un preso es un preso, un asesino es un asesino, un estudiante es un estudiante. Los roles, reducidos a una sola palabra que abarca todo lo que queramos colocar dentro de ella, son imposibles de intercambiar o modificar. La complejidad se crea por adición, generando una intersección de conjuntos: burbujas de datos homogéneos con zonas de contacto donde habita lo complejo.
Respecto a la literatura, también hay frases que sirven como etiquetas y pretenden dirigir la manera de hallar y sacar provecho de las fuentes con que se da forma a una narración: “Escribe sobre lo que sabes”, “Conócete a ti mismo”, por un lado; “Nada de lo humano me es ajeno”, “Las campanas doblan por ti”, por el otro. Indican dos direcciones opuestas, como suele ocurrir en nuestro universo de elecciones binarias: la literatura debe asentarse fuertemente en las propias vivencias, centrarse en las particularidades de un tiempo, lugar y persona; o la literatura debe ser universal, apuntar a los rasgos invariables de la humanidad (suponiendo que tal cosa exista).
Escribir acerca de lo que todos podemos experimentar merced a nuestra condición de seres humanos le brinda al producto final -al libro- un piso firme de identificación y asentimiento: el lector tiene la posibilidad de corroborar en su vida diaria que los hechos que le presentan como ficción y las personas que se le presentan como personajes efectivamente suceden y existen. Escribir acerca de lo particular, de los universos personales en cuyo interior nos movemos (realidades alternas de bolsillo dentro del mundo que consentimos en considerar único y verdadero) suma profundidad y sorpresa. Suena a ciencia ficción, pero Paul Éluard ya nos hizo entender, hace mucho, que hay otros mundos y están en éste.
En Usted Está Aquí, Pablo Yoiris recorre ambos caminos: desde su cualidad de ser humano habla de lo que todos conocemos (la familia, la violencia, el desamor, la inmoralidad de los políticos) y, desde su rol como profesor de literatura que da clases en una cárcel federal, de lo que él particularmente conoce (los libros, la docencia, las actividades criminales, el encierro). Para ello, haciendo uso de una prosa seca, parca y filosa, describe a un personaje central que es etiquetado de inmediato (“Usted está aquí por matar a su madre”).
El narrador creado por Yoiris se describe a sí mismo como el “diablo personal” de David, protagonista y presunto receptor de la narración en segunda persona que leemos. No es un narrador fiable, algo acostumbrado en la narrativa moderna. Lo que no es tan común es que no haya motivo para esa falta de veracidad: cuando un narrador miente solemos saber, tarde o temprano, a qué se debe, qué fines persigue con ese ocultamiento o desvío de la verdad. Tal vez, tratándose de un diablo, mentir sea simplemente parte de su naturaleza.
David ha nacido privado de toda oportunidad y no puede aprovechar aquellas que va consiguiendo en el camino, nunca debidas a los organismos que deberían garantizar el acceso a todos los ciudadanos a una vida mejor, sino al mero azar o a la conveniencia de otros. Su paso por el mundo es un recorrido sinuoso entre los peores escenarios que puede ofrecer la sociedad: la pobreza estructural, la religión y las telenovelas como consuelo idiota, el robo organizado de las bandas ilegales y la política legal.
La frase “Usted está aquí” se refiere a la cárcel, el único lugar con estatuto de realidad en la vida del protagonista. David no puede sino estar siempre de paso, lo único permanente en su vida es el carácter transitorio de todos los lugares y todas las personas; hasta llegar a la cárcel, lugar definitivo por la imposibilidad de escapar de ella. No ha habido un hogar materno, una familia que contenga, una escuela o un barrio que genere un mínimo sentimiento de pertenencia, ni siquiera tiene la dudosa suerte de ser un engranaje de tamaño estándar que quepa en cualquier espacio vacío en la maquinaria.
En su camino aparecen personas que desean ayudar, pero es el propio sistema quien borra a esas personas, las anula, las aleja para que no puedan seguir brindando oportunidades que fueron creadas y son mantenidas para otros. Como en El juguete rabioso de Roberto Arlt, las oportunidades le llegan a David sólo para provocar su ira frustrada al perderlas. Así, el diablo que lo interpela va sumando episodios que narra con deleite porque son su clase de historia: uno de esos pequeños ascensos destinado a una gran caída que todo diablo adora contar.
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