Tuesday, September 28, 2021

Lamas Médula 27-Matías Castro Sahilices

MATÍAS CASTRO SAHILICES, EL TARANTINO DE LAS CUMBRES

Feb 23, 2021 | Tapa

Por Cristian Carrasco.



Matías Castro Sahilices es un actor muy activo en la vida editorial de la zona cordillerana de Neuquén. Ha publicado el fanzine de humor literario Ars Combustia, algunos libros con la editorial Muscaria, ha realizado cuelga de literatura de cordel (“como en el siglo de Oro”, dice él) y últimamente se dedica a rescatar géneros desatendidos o abandonados en nuestras pampas, como el pulp y la literatura de cowboys.



LM: ¿Cómo fue tu primer acercamiento al mundo editorial y cuál es tu filosofía acerca de la edición, ya se trate de libros, revistas, fanzines u hojas sueltas?



El primer acercamiento que tuve al mundo editorial fue cuando me ofrecieron continuar con una revistita que se editaba en el colegio secundario al que asistía. Se llamaba “Panfleto Mallinista” y era la publicación de un grupo juvenil salesiano. Ahí tuve el primer quilombo, porque hacía poco habían matado a José Luis Cabezas y decidí publicar el conocido afiche en la primera página. A los dirigentes del grupo les pareció desacertado y ese número fue mi debut y despedida. La maquetación y el diseño se hacían con Word, y fue ahí que aprendí a putear en arameo. Sin embargo, toda esa experiencia me sirvió al momento de elegir ese mismo programa para darle forma a Ars Combustia, sólo que esta vez por motivos político/estéticos, ya que quisimos mantener el aire del fanzine casero.

Con respecto a la filosofía editorial, creo que, como en el resto de las cosas que emprendo, la honestidad es lo más importante. No sólo en cuanto a la propuesta, sino en cuanto al trabajo puesto sobre la publicación y, sobre todo, al laburo con la obra a editar. Me paro en ese lugar para decidir qué proyectos editoriales emprender y trato de ser honesto con lo que a mí me gustaría encontrar en una librería. De ahí la particularidad de las propuestas que encaro, como la idea de recuperar antiguos pliegos de cordel o, en este caso, lanzar una revista del género western. Si bien a simple vista podría tratarse de proyectos que comercialmente están destinados al fracaso —cosa que me importa un carajo—, entiendo que no queda más que encarar la cuestión como si tuviera el catálogo y la espalda de una editorial conocida.



LM: Como todo, en este mundo binario, la honestidad a la hora de editar tiene su contrapartida, el lado oscuro de la fuerza. ¿Cómo definirías esa actitud y por qué decidís evitarla? ¿A qué resultados lleva editar de forma “deshonesta”?



La contrapartida del editor honesto es el que se dedica a publicar a cualquier persona dispuesta a pagar la publicación de su libro. A estos editores, en los países anglosajones, les llaman “vanity Publisher”, esto es —en una traducción horrible—, algo así como “editores de la vanidad”. Creo que todos conocemos alguna casa editorial dedicada a este tipo de cuestiones. Y guarda, que si hicieran bien su laburo, yo no estaría en contra de pagarle a alguien para que revise, corrija y me guíe a través del proceso de edición, para luego, si realmente cree en que mi obra vale la pena, se dedique a editarla decorosamente —cosa que rara vez pasa con este tipo de editoriales—, publicitarla y distribuirla como los dioses mandan. El problema acá radica en que estas propuestas no siguen ningún tipo de criterio, porque se edita todo lo que llega. Si garpas, tenés tu libro, más allá de la calidad o de la posibilidad de mejora. Incluso hay casos de editores que hablan mal de los libros que publican. Otros, que no leen las obras. Y, por último, los que publican con errores y en ediciones que parecen pegadas con boligoma sobre papel higiénico. Parece un chiste, pero está sucediendo en este mismo momento y considero que es una falta de respeto para la persona que les está pagando. A esa gente le daba igual ponerse una editorial en vez de una rotisería y, por alguna razón cifrada en el vacío insondable del cosmos, terminaron publicando libros. Esa es la gente que edita de forma deshonesta.



LM: Hasta ahora he conocido trabajos tuyos en grupo, intentando crear equipos de laburo, pero Salvaje Sur, tu revista de westerns, es algo que llevaste adelante solo. ¿Qué diferencia, qué pros y contras hay en cada forma de encarar una publicación?



Me encanta laburar en equipo, pero la verdad es que hacía tiempo que la idea de encarar un proyecto en solitario me orbitaba la cabeza. Si bien la variedad de ideas y expectativas enriquece toda empresa colectiva, también reconozco que soy muy exigente a la hora de discutir las propuestas, lo que más de una vez me deja con un sabor amargo. Así que cuando decidí encarar Salvaje Sur, preferí hacerlo solo, haciéndome cargo de la edición, la maquetación y el diseño de toda la revista. Tenía muy claro lo que esperaba en el producto final y, esta vez, no estaba con ganas de “negociar” con nadie. Sin embargo, hay que aclarar que muchas manos me acompañaron durante el proceso de edición, porque hubo amigos que me enviaron sus textos, que me dieron buenos consejos, que bajaron su presupuesto para ilustrar la tapa o que corrigieron certeramente la totalidad de la publicación.



LM: ¿De dónde viene ese amor por los géneros en desuso y la forma en que encarás su rescate? Porque yo no noto que se trate de una mirada irónica, sino de un rescate sincero, de sacarle brillo a los detalles más característicos y hacerlos brillar, con respeto y admiración, sin vueltas de tuerca raras, que es la aproximación más común en estos tiempos posmodernos y deconstructivistas.



Creo que la respuesta más sincera que puedo darte es que ese rescate de géneros obedece, sin lugar a dudas, a una cuestión nostálgica. En el caso de Salvaje Sur, la idea fue recuperar las revistas sobre el far west o western que se publicaron desde fines de siglo XIX hasta fines de los años 60. Me refiero a las revistas que editaban cuentos y nouvelles, y que venían acompañadas de unas pocas ilustraciones, un formato que terminó replicándose en todas las publicaciones pulp. Hago esta aclaración para tomar distancia de los cómics del género que se publicaron en el país, como podría ser el caso de la revista Tabú o de tantas otras. De alguna manera, en nuestro país, el cómic terminó fagocitando este género y es muy difícil encontrar publicaciones con “más presencia literaria” que gráfica, por decirlo de alguna manera. En mi caso, la chispa la encendió un libro de la colección Robin Hood que tenía mi vieja, “Buffalo Bill”, con la ilustración de tapa de Pablo Pereyra. Esa misma obra fue originalmente publicada por entregas en la revista New York Weekly en 1869 y su editor fue Ned Buntline, un periodista que acompañó a Buffalo Bill en sus correrías mientras tomaba nota (en la inmensa Unforgiven, Clint Eastwood se inspira en este famoso editor para el personaje del cronista). La cosa es que entre ese libro de Buffalo Bill, las pelis de “convoy” que veía de pibe por influencia de mi viejo, los cuentos de Ambrose Bierce y algunos programas de la tele, me convertí en un amante del género. Finalmente, hace algún tiempo, algunas bibliotecas norteamericanas empezaron a digitalizar todas las revistas pulp dedicadas al género que tenían en la hemeroteca, y ahí fue que pude leer y chequear cómo habían sido publicadas originalmente, porque hasta el momento, sólo había tenido en mis manos los libritos del género que editaba Ediciones B, Zinco, Astri y Bruguera, entre otras, que si bien mantenían cierta estética en la portada, dejaban mucho que desear en el diseño editorial interior.

Por eso, en Salvaje Sur, no sólo se imita la cubierta, las tipografías, las voces de los autores (en algunos casos, incluso las voces de las traducciones que nos llegaban) y los dibujos que ilustran las portadas de los textos, sino que también se cuidó de mantener la estética de las publicidades que ocupaban la totalidad de la hoja. Como bien decís, esta revista intenta sacarle brillo a los detalles con respeto, admiración y, agregaría yo, mucha nostalgia.



LM: ¿Cuáles son los pros y los contras de buscar autores, publicar y distribuir en la Patagonia? ¿Ves alguna característica que unifique a la literatura de la zona, en sus temas y formas de encarar el texto? ¿Y en la forma de acercarse a estos géneros “extraños” que vos les proponés?



Tengo la suerte de contar entre mis amigos a los mejores autores de la región, gente honesta que aprecia el laburo editorial “a pulmón”, así que no me costó mucho convencer a quiénes podían inaugurar el primer número de Salvaje Sur. Si bien los relatos son escritos con seudónimos, en el índice se revela la identidad de los autores. Y aquí hay un doble guiño, porque mientras que muchos otros creen que están por encima de sus obras y se desviven para que sus nombres habiten toda antología que se digita desde los espacios estatales, hay autores que acordaron esconder sus gracias para mantener el verosímil de mi propuesta, eligiendo seudónimos anglosajones. Estoy orgulloso de los autores de Salvaje Sur, porque si bien algunos son célebres aquí y más allá de la zanja de Alsina, otros son desconocidos para la gente porque tienen perfil bajo. Y en esta región convertida en un festival de máscaras, a mí me re va la gente de perfil bajo.

Con respecto a la publicación y a la distribución, la verdad es que es un infierno. Se pudo pergeñar esta revista porque yo me ocupé del diseño, la maquetación y la puesta a punto. Si además de pagar la impresión y la ilustración de tapa (Diego Fiorucci me cobró un costo simbólico, porque de otra manera no hubiera podido contar con su presencia), hubiera tenido que garpar el diseño, la maquetación, la corrección y a los autores, estaríamos hablando de un costo imposible para un emprendimiento independiente. Por suerte, los autores se coparon y no sólo me cedieron sus textos, sino que se están encargando de la distribución y la promoción en sus respectivas zonas. Si quisiera hacer todo esto de la manera “correcta”, es decir, funcionando como una editorial tradicional, simplemente no podría costearlo.

Y en cuanto a esto de la unidad en la literatura que se produce en la región, pienso que se trata de una discusión sin demasiado sentido. Además, ¿Qué sería un autor regional? ¿Uno que nació en Neuquén? ¿Uno que nació en Mar del Plata, pero escribe en su casa de Bariloche desde hace veinte años? ¿O el uruguayo que vive en Nantucket y escribe una novela cuya acción ocurre en Santa Cruz? Como dice Patricio Pron sobre si existe o no “la literatura rosarina”: hay ejemplos que conforman la regla y otros que la desmienten. También se puede adherir al criterio de las librerías a la hora de acomodar los anaqueles: es regional lo que se publica en la región. La verdad es que no pensé en ningún momento en estas cuestiones cuando pedí las colaboraciones. Los y las autoras que habitan las páginas de la revista, son de lugares distintos, tienen lecturas diferentes y encaran los textos de maneras únicas. No hay nada en común entre ellos más que la afinidad con el editor y el gusto por probarse en este género. Sin embargo, les pedí que trataran de situar algunos textos de Salvaje Sur en estas geografías, ya que creo que se pueden trazar varías conexiones entre el lejano oeste y la el lejano sur, no sólo por las inmensidad y la similitud del territorio, sino por las historias que se cuentan y los personajes que habitaron estas regiones (como en el caso de la comunidad de bandoleros norteamericanos que se afincaron en la comarca andina, por ejemplo). Y eso no queda circunscripto sólo a la Patagonia, sino al resto del país, como bien cuentan las aventuras de Butch y Sundance en Rosario, San Luis y el norte, o la de nuestros famosos bandoleros como Hormiga Negra, Manuel Figueras, Santos Guayama y tantos otros. Ya se están acumulando textos para un nuevo número así que por ahí hacemos un “gauchos & cowboys”.


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