La película es malísima.
La fui a ver porque mi hija quería saber “cómo se ven las
Tortugas en el mundo real”, tomando como “realidad” lo opuesto a “animación”.
Mi hija tiene 9 años, todavía no leyó a Platón ni a Phillip K. Dick y ni vio
Matrix, así que está bien que use la categoría de realidad con esa soltura y
esa ingenuidad. El mundo de los chicos es algo irrecuperable y yo pensaba
“¿Cómo quiere ver a las Tortugas en el mundo real, no vio las películas que
hicieron en los noventas?”. Y no, por supuesto que no, porque en los noventas
ella no era ni ese proverbial destello en el ojo de los padres del que hablan.
Yo tenía mi carpeta de primer año llena de stickers (que en esa época se
llamaban calcomanías) de las Tortugas, de la primera serie de dibujos animados,
cosa que no me imagino que pase con los adolescentes de hoy en día. Y no sólo
se trata de que la relevancia social de los personajes pueda haberse agotado
con el paso del tiempo sino que en esa época eran una novedad pero a esta
altura son un clásico y a los clásicos se les pide ciertas cosas, como calidad
y relevancia.
Lo único que rescato son los cambios visuales, que no sean
las cuatro iguales, que las dimensiones físicas, las caparazones y los adornos
que usan a la forma de vestido sean diferentes. Es un rasgo de caracterización
que bien podrían haber extendido a los diálogos y a las personalidades, pero se
ve que los animadores trabajaron más que los guionistas.
Los cambios argumentales son ridículos y me hacen recordar
algo que surgió en la época del Batman de Tim Burton, donde se mostraba que el
Joker, de joven, había sido el asesino de los padres de Bruce Wayne. Recuerdo
haber leído en algún lado reacciones contra esa manía de hacer que el villano
tuviera un papel importante en la génesis del héroe como si el sentido de la
historia surgiera de cerrar un círculo cuando, en realidad, el sentido surge de
tratar un tema que resuene en el público, tenga o no que ver con el origen del héroe.
Decían en esa época que, si se hiciera otra película de Superman, iban a
encontrar la forma de hacer que Lex Luthor fuera el responsable de la
destrucción de Kripton, por ridícula que fuera esa forma... y tal vez por eso
en Man of Steel no aparece Luthor y el villano es Zod que, si bien no hizo
explotar Kripton, sí asesina a Jor-El, valga una cosa por la otra.
Pero, volviendo al sentido, y haciendo referencia a un texto
que me causa reacciones negativas por motivos personales, Ricardo Piglia dice
que en un cuento debe llevar dos historias, aunque una sea como una corriente
subterránea que emerge a la superficie recién la final. No sé si estoy tan de
acuerdo con eso, pero sí creo que en una obra de arte narrativa (cuento,
novela, serie, película, historieta) debe haber dos componentes: la trama y el
sentido profundo, lo que se cuenta y lo que se quiere transmitir, las
peripecias y (en cierta forma, aunque no es tan así) la moraleja. Y esta
versión de las Tortugas Ninja no tiene nada debajo, nada importante que decir.
Lo peor de la película es eso: que no tiene un eje, un centro, una idea
rectora. No va a ningún lado, pero tampoco lo pretende, así que uno no sabe si
es impericia o fidelidad ciega a lo que en un principio se pretendió hacer. El
Doctor Who dice que no todo el que vaga está perdido... bueno, esta película
sí.
Si es por recomendar algo, recomiendo la película de
animación por computadora que dirigió en el 2007 Kevin Munroe: los personajes
humanos están diseñados de una forma superangulosa que borda lo grotesco, pero
al menos tiene un tema central (la familia) que le da unidad y sentido. Porque
ese es el quid, eso es lo que se le pide a una obra de arte y aunque una
película de las Tortugas Ninja apunte al mero entretenimiento sigue siendo cine,
y el cine es, a pesar de todo, un arte, así que no está mal pedirle lo mismo
que le pedirías a cualquier otra forma de arte.
No comments:
Post a Comment