Thursday, September 01, 2011

Perdí dos semanas leyendo a William Blake


De las 258 páginas que tiene el libro Obra Poética de William Blake que compré hace dos semanas, debo decir que para mi ¿sorpresa? ¿indignación? me gustaron sólo cuatro poemas. Sé que la literatura no es un partido de fútbol y que no tiene sentido valorar lo que leés de acuerdo a un resultado numérico, pero la verdad es que siento que perdí tiempo que podría haber ocupado en cosas más significativas.
Uno de los cuatro poemas es Gwin, Rey de Noruega, un poema épico cuya extensión y mi vagancia a la hora de copiarlo me prohibe reproducirlo acá. Me he dado cuenta que los poemas épicos me gustan. Tengo historia con la épica: los primeros textos literarios que leí cuando era chico (amén de un libro con obras de teatro de Alejandro Casona que conservaba mi mamá de sus años de secundaria) fueron poemas épicos y libros sobre mitología. De ahí viene, creo, también, mi amor por las historietas de superhéroes, que para mí son la mitología del siglo XX en adelante, y lo más épico que podemos encontrar en el arte de entretenimiento de masas... salvo tal vez por las películas de cowboys, que por otro lado ya están un poco desfasadas con los gustos modernos.
Los dos poemas que sí puedo reproducir son los que siguen:

*

El pequeño vagabundo

Madre amada, madre amada, la iglesia está yerta,
y la taberna es grata, placentera y tibia.
Puedo decir, por otra parte, dónde me tratan bien,
aunque tal trato nunca será bien visto por el cielo.

Si en la iglesia nos diesen un poco de cerveza
y un fuego grato para entibiar nuestras almas
cantaríamos y rezaríamos el día entero.
Nunca querríamos alejarnos de la iglesia.

Así el párroco podría predicar, beber y cantar.
Todos nos sentiríamos dichosos como pájaros en primavera
y la modesta dama contrahecha, que siempre está en la iglesia,
no tendría hijos patizambos ni repartiría ayunos y latigazos.

Y Dios, como un padre, se regocijaría al ver
a sus hijos tan apreciables y dichosos como Él.
Ya no reñiría al diablo,
sino que le besaría, dándole bebida y vestido.

*

El tigre

Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué profundidades distantes, en qué cielos
ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
¿Y al comenzar los latidos de tu corazón?
¿qué mano terrible? ¿Qué terrible pie?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque? ¿Qué tremendas garras
osaron sus mortales terrores dominar?

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quién hizo al cordero fue quien te hizo?

Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?

*

El primero me hacer recordar el tiempo en que estaba compilando la Antología Básica del Vicio, y si algún día vuelvo a intentar armar esa recopilación de poemas acerca de drogas, mujeres y alcohol,  lo meto de cabeza.
El segundo es el clásico de Blake, su poema más conocido, y lo merece. Es realmente muy bueno. El procedimiento estilístico de las preguntas es eficiente porque son preguntas imposibles de contestar, casi las únicas preguntas que vale la pena hacer.
Y el otro poema que me gustó, aunque no sé si es justo darle ese nombre, es el llamado Proverbios del Infierno, que es en realidad algo así como los Greatest Hits de Blake: todos los buenos versos que seguro tenía desperdigados por ahí puestos uno detrás del otro sin casi ilación, sin casi un tema que los una. Es bueno, es efectivo, es denso, es polisignificante, pero depende mucho del laburo del lector verlo como un solo poema, la cohesión en sí del texto como algo unívoco, que apunta al mismo lugar, depende cien por ciento de la relaciones que el lector genere en su cabeza porque si somos honestos tenemos que decir que la gran mayoría de los versos son simplemente frases felices que Blake juntó porque se le ocurrió. Es efectivo, vuelvo a decir, y de ahí salen casi todos los versos del Blake que conocemos, que han sido citados por otros escritores o tomados como refranes, pero en realidad es una trampa de Blake. El viejo truco deponer toda la carne al asador a ver qué sale.
El resto es horrible. Supongo que es así porque lo que leí es una traducción, supongo que la poética de Blake debe apoyarse en la cadencia oral del inglés, el ritmo de los textos, los efectos sonoros, la combinación de palabras, la aliteración y ese tipo de cosas. De otra forma no puedo entender cómo textos que hablan acerca de nada, o que retratan postales mundanas, intrascendentes, o son como pequeñas cancioncitas o rondas sin mucho sentido, pueden ocupar el panteón de la poesía en lengua inglesa. Tampoco veo muy claro eso de que Blake haya sido un poeta inspirado, un visionario, un iniciado en lo esotérico, porque salvo Las bodas del Cielo y el Infierno, el libro donde están los Proverbios, no hay misticismo en el resto del libro. De hecho, hay mucha queja centrada en lo comercial (en su trabajo como grabador y dibujante), en el dinero, en las falsas amistades. Me hizo acordar a Llinás: a Blake también todos lo perjudican, todos lo traicionan, todos los malos artistas obtienen el reconocimiento que debería ser para él que es un capo absoluto. De pena leer un libro entero, de más de ciento veinte versos, ocupado de cabo a rabo por insultos a quienes considera estafadores, envidiosos, interesados, malos amigos y malos artistas; sacándose, claro está, a él mismo de todos esos conjuntos humanos. Los ingleses le llaman a eso “self-rightgeousness”, palabra compuesta que define a las personas que se creen del lado de todo lo justo, bello y bueno, y se separan así de los simples mortales. Hay mucha self-rightgeousness ahí afuera hoy mismo, lo cual  equivale a decir que hay mucha pelotudez ahí afuera.
Salvo esas cuatro perlas que nombré, fue un laburo arduo y nada bonito terminar el libro. Borges hubiera dicho que no había necesidad, que leer un libro debe ser un placer y no un martirio o una obligación. No me acuerdo dónde sostiene eso de que si empezás un libro y no te gusta tenés que dejarlo en seguida, pero es obvio que no estoy de acuerdo con eso (es casi lo único en lo que no estoy de acuerdo con Borges; citando a Watkins, “soy lo menos parricida que hay”, no necesito decir que escritores evidentemente maravillosos son una mierda sólo para armar revuelo y hacerme el copado), y también es obvio que no pasé por la lectura de doscientas y algo de páginas que me parecieron malas porque me gusta hacerme mala sangre. Lo hice porque hasta que no llegás a la última página no podés estar seguro de que todo es malo, porque siempre cabe la posibilidad de que el último poema o el último cuento hagan valer la pena todo un libro. Y fue más o menos así, porque los Proverbios están casi al final.
¿Cuatro poemas redimen a un libro entero? No sé, pero voy a tratar de recordarlos y olvidarme del resto y de mis dos semanas perdidas.


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3 comments:

Anonymous said...

tiene más, y frases increíbles. "la rosa enferma", por ejemplo.

dioldabliú

Anonymous said...

regalame el libro si no lo querés!!!

tomás

Unknown said...

258 páginas de buena poesía en dos semanas. Mala idea. La poesía, como la buena comida se debe saborear, darle tiempo para que se acostumbre al paladar. Se debe leer una y otra vez, a través de los días, los meses, los años. Leer poesía no es una veloz carrera de 100 metros, sino más bien una maratón de largo aliento.