Friday, April 02, 2010

Convenciones sociales

Enseñarle a tus hijos a vivir en sociedad es complicado porque para vivir en sociedad la mayoría de las veces tenés que seguir convenciones estúpidas y vacías a las que yo no les suelo dar bolilla y por lo tanto no las puedo enseñar de forma sincera, mis hijos no las pueden aprender por ósmosis, que es la verdadera forma en que los hijos deberían aprender de los padres, por lo que hacen y no por lo que dicen. Pero, como en todo lenguaje, en la etiqueta social hay conductas que deben ser dominadas para enviar el mensaje correcto.
Las últimas semanas tenía problemas con Lucía respecto a saludar, a que había personas que nos conocen a mí y a su madre y que la saludaban con mucho cariño pero, como ella no las conoce y como además es tímida según en qué entorno y según para qué cosas, se quedaba callada y es como que les faltaba el respeto a quien intentaba ser simpático con ella. Yo sé que objetivamente no hay relación alguna entre el respeto y el saludo, pero también sé que no hay razón para hacerle un desaire a personas que tienen un gesto de buena onda con vos y que tampoco hay razón para permitir que mi hija haga eso.
Pero ¿cómo explicárselo? ¿Cómo encarar el tema sin caer en el “qué dirán”? Si hay algo que no quiero, bajo ningún pero ningún punto de vista, es caerle a Lucía con una frase del tipo “¿Qué va a decir tal persona si no la saludás”? Lo que quiero transmitirle y enseñarle es precisamente lo contrario, que le tiene que importar tres carajos lo que piensen los demás mientras ella, en su moral interna formada a conciencia por sí misma, sepa que lo que está haciendo es lo correcto. No podés ser una persona si no tenés tu moral propia y construida por vos mismo, y precisamente lo que te hace ser una persona cabal es haber construido vos mismo y a conciencia tu propia moral. No es una tautología sino que son dos caminos paralelos. Tus valores tienen que depender de vos mismo, no de lo que te diga un libro o de lo que repita un cura o un pastor o de lo que todos hagan automáticamente como si un ser humano se programara igual que una videocasetera. Pero de nuevo, ¿cómo le enseñás eso a una nena de cinco años?
Y la respuesta me la dio ella misma.
Hace unos días salíamos del edificio y una señora la abrió al puerta a Lucía y ella le dijo “gracias” con una sonrisa, entonces la mujer se puso a sonreír y parecía muy contenta. Entonces Lucía me dijo “Viste papá, la señora está feliz porque le dije gracias”. Y ahí le pude explicar que cuando saludás a alguien o le agradecés lo que hace por vos, esa persona se pone contenta, y que está bien provocar que la gente se ponga contenta, sobre todo si no te cuesta nada, si es tan simple como decirles una palabra. Y creo que lo entendió. No se trata de colgar en su cabecita un manual de etiqueta sino de enseñarle que darle un poquito de alegría a los otros es lo correcto, es lo que hace soportable estar acá.

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3 comments:

Paula Edith said...

Que hermosa historia :)

Anonymous said...

Muy bueno, un abrazo

CFC said...

Gracias, Oh, fieles seguidores! Jé, humor de blog).
No, en serio, gracias por comentar.