Friday, May 11, 2012

MN 04


04

04.07. No lo hacemos porque sea útil, porque sea socialmente reconocido o divertido. No lo hacemos por la puta necesidad de nadie más que de nosotros mismos. No lo hacemos para superar a nadie, porque a esta altura es imposible, y si la gente de ésta pantomima de país no tuviera la cabeza en el culo, así como sacan la camiseta número diez de circulación para homenajear a un gordo drogado con el ego de un dios (lo único que tiene de un dios), así deberían haber prohibido escribir cuentos después de Ficciones y novelas después de Rayuela. Así que no lo hacemos para ser Borges ni Cortázar porque no se puede. No lo hacemos para conseguir mujeres –y si lo hicimos, vimos que no funciona ¡y a pagar la cuota de una seis cincuenta enduro!–. No lo hacemos para decir “¡qué bien que escribo!” porque a los pocos meses lo que sea que serigrafiemos en una hojita cualquiera nos parece basura. No lo hacemos para pasar a la historia, porque sabemos que el día que la tierra y el universo ya no existan vamos a ser una nada incluso más insignificante que la nada que somos ahora.
            Lo hacemos porque no concebimos otra forma de vivir. Lo hacemos por nuestra endeble cordura, malabarista sin red o paracaidista de ojos de tornados. Lo hacemos para no llorar de cualquier emoción que amerite o no el llanto cada dos minutos. Lo hacemos porque no nos queda realmente otra que hacerlo. Lo hacemos porque es mentira que lo hacemos: lo somos, y esa es la única verdad.

04.33. Estaba pensando que el alma es como el fuego y la sombra. No puede verse, o sea, no puede aislarse, solamente ver su actuar sobre algo, y ese actuar es a su vez una reacción provocada por otro ente. No hay fuego sin combustible, el fuego es el resultado de la alimentación de lo que sea que arde, pero al mismo tiempo es el elemento que quema y produce la reducción de aquello de lo que se alimenta. La sombra es resultado del choque de la luz contra un cuerpo, depende de la existencia de ese cuerpo opaco para ser, pero al mismo tiempo se proyecta cobre otro cuerpo ensombreciéndolo. No hay fuego ni sombra aislados. No se puede tomar una muestra de fuego ni de sombra en bruto para analizarlos.
            El alma es igual. Nace del cuerpo, depende del cuerpo para ser, pero al mismo tiempo actúa sobre el cuerpo. Existe, es, pero no hay forma de aislarla para estudiarla. Por eso el fuego y la sombra son fascinantes. Por eso la poesía es fuego y sombra.

04.34. Típico. Del amor paso al significado de la vida y de ahí a la literatura. Como los dos platillos de la balanza mirados por el fiel. Sería interesante analizarlo, si no fuese ya lo suficientemente obvia la metáfora: el significado de la vida como un balanceo entre el amor y la literatura (arte y belleza), de nuevo.


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Thursday, May 10, 2012

MN 00


00

00.34. Creo entender lo porqué se dice que Borges es el escritor que más filosofa y el filósofo que mejor escribe. Por un lado, creo que escribir algo que tenga algo de vuelo o algo de profundidad implica, o es sin más ni menos, filosofar. Un cuento o una novela que intente ir más allá de lo conocido o ahondar un poco en ello, es una obra filosófica. Claro que pueden resultar mejores o peores, que las hay más y menos logradas, pero no creo que ni siquiera las peores dejen de ser filosofía.

00.35. Hay veces en las que no podés escribir un relato, por más que tengas una idea y que sea una buena idea, una idea que tenga algo profundo o elevado para contar. No es lo mismo tener una idea que tener una historia. Si es una idea lo que tenés, la explicás, te explayás sobre ella en un ensayo o en una meditación, y si tenés una historia, tenés una pieza narrativa, o su germen.

00.37. Pensamientos algo viejos:
            *Tal vez sea cierto que a las palabras se las lleva el viento, pero no es menos cierto que una hoja de papel puede ser quemada o destruida. Lo importante, en definitiva, es que las palabras dichas o escritas sean la expresión libre e inteligible de sentimientos verdaderos, porque si es así, cada sílaba queda grabada en el corazón del destinatario y ni el viento ni el fuego ni ningún otro elemento puede sacarlas de su lugar ni borrar la más mínima parte del mensaje.

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Estos textos son de 1997 o algo así, tenía 17-18 años, así que se entiende que sean algo tontos y demasiado pretendidamente "literarios". Con el tiempo mejoran, promesa.

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Monday, May 07, 2012

Me había ido...


...pero volví.
Alguien me dijo que no suprima el blog, que aunque no tenga ganas de escribir muy seguido y no entre nadie (más que Watkins, Yoiris y mi hermana menor) lo deje activo por si alguna vez alguien entra y le interesa algo de lo que hay acá (debe ser la frase con más sustantivos indefinidos que escribí en mi vida).
Lo único lamentable, si se quiere,  es que para salvar las entradas en el disco rígido y que ocupen menos lugar, borré definitivamente todos los posts que tenían muchas imágenes, entre ellos los que hablaban de dibujantes de comics y una historieta de mi autoría (sobre un cuento de Borges) que había sido linkeada por una página española, el único signo de trascendencia que tuvo este blog hasta el día de hoy.
Voy a reponer eso y un par de cosas más, como las MNs.
Más allá de eso, escribiré cuando se me antoje.
Nos vemos.


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Sunday, January 01, 2012

¿Qué le pasó a Frank Miller?


Es la pregunta que viene dando vueltas en las webs, los blogs y los foros de internet,: ¿cómo uno de los guionistas más admirados, reconocidos e incluso imitados, se volvió de un día para otro un pelotudo fascista, racista, fundamentalista y todos los -ista negativos que te imagines?
Y la segunda pregunta es: ¿de verdad pasó de un día para el otro? ¿No es algo que siempre estuvo ahí?
Para muchas personas la respuesta es sí, y han hecho parodias y mash-ups apuntando a esa línea de pensamiento retrógrado que va engarzando sus diferentes obras.
Para mí la respuesta también es sí y también me he dado cuenta de que, incluso mientras revolucionaba Daredevil y oscurecía (para bien) a Batman, iba dando muestras de su pobre filosofía y su forma de ver la vida en blanco y negro, lo que queda bien en el comic (y le quedó muy bien en el arte de Sin City) pero no sirve para la vida.
¿Entonces, qué pasó con Frank Miller?
Nada. Frank Miller sigue siendo Fran Miller, pero nos pasó, sí, algo a los lectores: maduramos, evolucionamos, dejamos de creer que el mundo se arregla a las trompadas y que el que tiene el arma más grande se torna inmediatamente el bueno porque el bueno es el que gana, sin ninguna otra consideración moral, mientras Frank Miller sigue adhiriendo a esa forma primitiva y yanki de ver la vida. Nosotros creíamos que era un artista, un autor que creaba un narrador y se valía de esa herramienta textual para contar su historia. Pero no. No había narrador, no había intermediario, quién estaba hablando era Frank Miller la persona, el ser humano, sin filtros, el tipo que cree que romper huesos es una buena forma de conseguir información y que destrozar a alguien a golpes es un acto heroico.
Ya con 300 venía ladeándose para el costado erróneo, y con su historia acerca de un superhéroe que mataba a Bin Laden había derrapado (extrañamente, la historia de Warren Ellis de un superhéroe matando a George W. Bush no me jodió para nada), pero ahora, con sus comentarios acerca de los indignados, se terminó de ir al carajo. Y es porque no lo entiende, porque enfrentarse a un fenómeno de ese tipo desnuda su incapacidad intelectual y su bajeza como persona. Creo que Alan Moore dio en el clavo cuando comentó que el problema de Miller con los indignados (occupy, como les dicen en inglés) es que se trata de un movimiento pacífico y él, Miller, no tolera nada que sea pacífico, que no se justifique tras el único (y falaz) justificativo de la fuerza bruta.
Es una lástima.
Creo que si hoy releyera el Dark Knight me seguiría gustando. Hace poco releí Batman: Año Uno y sigue siendo poderoso. Daerdevil: Born Again es muy buena, más allá de una que otra incoherencia. Pero ya veo en mi estantería la colección completa de Sin City y me pregunto si no me convendría hacerla plata, y me he cruzado con tomos de la BoME de Daredevil baratos y no los he comprado porque pienso “Es Frank Miller” y eso me tira atrás, cuando hace unos años hubiera exclamado “¡Es Frank Miller!” y tarjeteado lo que fuera por una obra suya.
Los grandes caen. Byrne, Chaykin, Giffen, varios, muchos, casi todos, pero creo que ninguno de forma tan indigna como Miller. A los otros se les puede haber gastado el talento, a él se le gastó el alma y la reemplazó con slogans de esa derecha religiosa acerca de la cual cantaban Los Violadores.


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¿Por qué existe el gore?


La noche del sábado fue la primera vez en la vida, a mis 33 años, que una película me hace vomitar de asco. Se trataba de 30 dias de noche: Días oscuros, una secuela. La primera parte me gustó, por varias razones. No suelo mirar películas de terror (o de horror o lo que sea), prefiero las tramas imaginativas a las vísceras de plástico o vísceras de animal metidas dentro de un maniquí, pero miré 30 días de noche porque es raro que deje pasar una película basada en un comic, aunque me haya comido chascos gigantescos como La Liga Extraordinaria, Elektra o Blade Trinity (podría hacer un Top Five de malas adaptaciones de historietas, pero ¿para qué darle más de comer a quienes dicen que los comics son puras boludeces sin sentido?). 30 días de noche, la original, tiene varias cosas rescatables: la ambientación, una marcada sensación de peligro (como todos los personajes empiezan de cero y es una película coral nadie está seguro, no sabés quién puede morir y quién se salva hasta el final), y sobre todo la forma en que presentan a los vampiros, no tanto como humanos un poco diferentes, afectados y decadentes a la Ann Rice, como aristócratas soberbios o como seres superiores que ven a los humanos como ganado, sino que en 30 días de noche los vampiros son animales violentos que se alimentan de personas y no atienden a razones, punto; y me parece que es una buena forma de presentarlos, me parece que si de verdad existieran los vampiros serían así.
Pero se sabe que las secuelas suelen ir a más en todo sin que eso tenga a veces el menor sentido y, por ejemplo, en 30 días de noche: Días oscuros, hay más víctimas, más gente (porque está ambientada en una gran ciudad y no en un pueblito de Alaska como la primera), más vampiros, más malos (porque no sólo hay que cuidarse de los vampiros sino de humanos que los sirven y hacen cualquier cosa para conseguir ser inmortales), más sangre y más guarradas en general. Y lo peor es que la buena caracterización de los vampiros se va al carajo porque tienen una reina que piensa, planea, es inteligente y calculadora, algo así como una abeja reina pero de los vampiros. O sea que, como suele pasar demasiado seguido, la segunda parte se regodea en tirar abajo uno a uno todos los aciertos de la primera.
Pero vamos al vómito.
Como les decía, en esta secuela los vampiros tienen esbirros humanos que quieren ser vampirizados a fin de vivir para siempre. Uno de ellos es un agente del FBI con cáncer terminal, o al menos eso es lo que se da a entender en lo que vi de la película. La reina vampiro le pone una prueba a este buen hombre, para averiguar qué tanto desea ser un vampiro, y héte aquí que le ordena morder y desangrar a una prisionera (porque en este secuela los vampiros, que en la original eran animales irracionales que cazaban en manada y arrasaban con todo, toman prisioneros). En ese instante, cuando el agente del FBI se apresta a morder, mi mujer dice “¿Pero cómo, sin dientes?”, que era lo mismo que estaba pensando yo. O sea, los vampiros tienen los colmillos desarrollados que les permiten dejar esas dos vistosas marcas en el cuello o las muñecas de sus víctimas (nunca vi un vampiro mordiendo la arteria femoral, que es la más gruesa del cuerpo... aunque tal vez en alguna parodia triple-X lo hayan hecho y no me enteré), y el agente del FBI era un humano sin esas mejoras degustativas. Abreviando: el tipo mordió el cuello de la víctima con sus dientes humanos y tuvo que tirar de la piel del cuello unos diez centímetros hasta romper la susodicha piel. Y después tuvo que morder la carne varias veces hasta llegar a la arteria, y morder y tironear de la arteria para hacer salir la sangre.
(Mientras escribo esto tengo el cuello rígido y ladeado por la impresión, para que sepan que esa imagen de hombre recio y curtido es sólo una pose.)
Incluso en esa secuencia la sangre es de otro tenor, es oscura y espesa, cuando las veces en las que había aparecido sangre anteriormente en la película parecía vino diluido con soda, no tenía ni un color ni una consistencia verosímil.
Como sea, yo venía de cenar bien, tomar una cervecita, comer helado, y en esa parte se me revolvió el estómago. Me paré, di una vuelta por la cocina, y cuando volví a sentarme había otra escena asquerosa (le tiraban sangre en la boca a un vampiro muerto momificado que de a poco iba regenerando su carne, que pasaba de marrón a roja, y cobraba vida de nuevo... o eso me pareció en el segundo en que lo vi), y ahí ya no aguanté más y caminé al baño, con un aplomo digno de un dandy inglés, para vaciar el contenido de mi tracto digestivo.
Y esa experiencia me hizo dar cuenta de que no sólo me produce asco ese tipo de películas sino el gore en general, también en historietas. Y el gore está de moda, si tenemos en cuenta las varias publicaciones que tienen en el mercado en este momento algunas editoriales independientes norteamericanas: Image, Dark Horse, pero sobre todo Avatar, que es como la B de las editoriales yankis, donde tipos más o menos conocidos (o autorazos por derecho propio) llevan las ideas que les rechazan en otras editoriales por zarpadas.
Creo que la peor serie de gore en Avatar (y la peor en general) es Crossed, empezada por Garth Ennis en una miniserie y seguida por David Lapham en otras más. No se trata de zombies (que son la vedette del gore) sino de seres humanos que han perdido todas las inhibiciones y las taras morales por algún tipo de infección que les deja una cruz en la cara excavada en carne viva, y se dedican a hacer guarradas a diestra y siniestra sin el menor sentido, sin nada que lo justifique salvo la excusa argumental y las ganas de escribir y dibujas asquerosidad tras asquerosidad, vejación tras vejación, matando, desmembrando, torturando y violando a todo ser humano no infectado que se les cruce, y no en etapas sino todo al mismo tiempo.
Pasa más o menos lo mismo que con 30 días de noche: Días oscuros; lo más jodido no es en sí lo que pasa sino el hecho de que lo hagan personas, seres humanos, no vampiros ni zombies; supongo que de ahí viene la mayor sensibilidad y el mayor asco. O será de que de nuevo tengo a mi lado femenino y/o a mi niño interior demasiado activos.
Tenía pensado poner al menos las portadas para ilustrar el post, o alguna página del comic, pero no le veo la gracia. Si quieren ver de qué se trata, busquen imágenes en Google o descarguen un comic de Filestube y listo (o de Taringa, que también deben estar las miniseries recopiladas).
Lo que quiero decir es que a este género no le veo el sentido. Y eso que yo estoy de acuerdo con que todo tiene que tener su lugar en la expresión artística, que no hay componente de la realidad o idea o concepto o posibilidad que deba ser dejada de lado por ningún prurito del autor porque eso sería autocensura o ceder al qué dirán. Pero con el gore se me queman los papeles porque no creo que merezca siquiera la categoría de arte. Y acá entra lo que cada uno de nosotros opina qué es y qué debe ser el arte.
Según mi opinión (y tengo varias, así que no me puedo ni imaginar la cantidad de opiniones al respecto que habrán en total, en todo el mundo y a lo largo de la historia), el arte se trata principalmente de belleza, armonía, novedad y precisión. Pero con eso me estoy yendo de tema y me explayaré después. Creo que lo principal en el arte es producir algo nuevo (o todo lo nuevo que sea posible), que apunte a provocar una respuesta estética (generalmente de belleza y armonía, en literatura, por ejemplo, la belleza de la prosa y la armonía de la trama como un todo coherente y direccionado) y que lleve consigo un mensaje (el mejor de todos, para mí, el más válido, no es el mensaje en forma de respuesta sino en forma de pregunta). Pero el gore es vacío, no transmite nada más que el asco. Si ese asco llevara a una pregunta o a un reflexión, sería un vehículo a tener en cuenta, pero el asco por el asco mismo me parece que no lo es. Una serie que utiliza algo de gore pero que genera un mensaje es The walking dead, pero el gore, la plaga zombie, es ahí el marco, no lo principal, y los temas que se tratan hacen de esa serie un drama humano, no un comic de muertos vivos y nada más.
Si no hay nada de eso en una obra, y bajando al mínimo posible las expectativas, el arte debería provocar por lo menos entusiasmo, exclamar “¡qué buen tema!” o “¡qué buena película!”, por más que sea entretenimiento, que sea un tema pop descerebrado o un mega hit pochoclero. Pero no me imagino a nadie (a nadie que esté medianamente bien de la cabeza) pensando “¡qué copado lo que está pasando!”, “¡qué buen comic!”, “¡qué buena idea se le ocurrió a este tipo!” mientras ve una escena donde aparece una orgía de violaciones y descuartizamientos simultáneos dentro de una piscina llena de sangre (y ese sí es un ejemplo sacado de una escena de Crossed, y agradezcan que no digo de dónde o de quiénes sale la sangre).
La otra opción para justificarlo sería la katharsis. Esa ya es más peliaguda de refutar. Según Aristóteles, la katharsis es el acto de purificar mediante el arte, en su caso el teatro, los humores malignos, donde el público pueda sentir compasión y miedo, ver realizadas sus bajas pasiones y ver cómo esos desenfrenos llevan a un merecido castigo sin sufrir ese castigo. Pero tampoco cuela porque, vuelvo a decir, sólo un enfermo mental puede tener pasiones con ese grado de bajeza o violencia. Todos hemos fantaseado con hacer alguna barbaridad, pero con cierto límite, dentro de ciertos parámetros, y nunca gratuitamente, creo. Me parece que las personas normales fantaseamos sobre venganzas por afrentas que nos han proferido o sobre hacer desaparecer a algún rival sentimental, pero no creo que nadie pretenda mutilar o torturar a una persona que no le haya hecho nada, que no represente un peligro o un obstáculo; dudo que un ser humano más o menos normal quiera hacerle daño de forma gratuita a otro, menos aún por placer.
Buscando un poco en internet me enteré de que también existe el ultra-gore, que es un género cultivado por algunos enfermos escandinavos, y solamente de leer los argumentos y ver algunas fotos se me revolvió un poco el estómago de nuevo; pero me sirvió para dimensionar el prefijo “ultra” como “lo que se pasa de X”, “lo que es tan X que se termina yendo al carajo” (o sea que un político ultra-K es “uno que se pasa de K” o “uno que de tan K se termina yendo al carajo”, lo que para nuestros padres era ser “más papista que el Papa”, si me perdonan la mayúscula).
Ahora, es super cabeza que un género sea ultra-algo, como si existieran las comedias ultra-románticas o las películas de ultra-acción, aunque creo que las de Michael Bay y algunas de Bollywood son precisamente eso. Quedaría bien en los posters: “Transformers 4: Una película que se pasa de acción... Una película que de tanta acción se termina yendo al carajo”. Puede andar.


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Tuesday, November 22, 2011

Hermandad en el arte


Un par de días atrás fui a la presentación del libro de Pablo Yoiris en Arpillera. Hacía meses, más de un año tal vez, que no compartía tiempo con gente que haga lo mismo que yo. Escribir, me refiero, no decir “clínica, buenas noches” durante ocho horas. Y eso me hice rescatar un post que tenía a medio escribir. Ahí va:

“Ayer, cuando llegué a casa a la madrugada después del laburo, miré un rato The Glee Porject en Fox. Sobre todo por culpa de mi hermana, a quien le gusta Glee. The Glee Project es un reality más, es como Soñando por bailar, pero con dignidad y talento... o sea que no es para nada como Soñando por bailar.
Casi al final le tocó el turno de cantar a un flaquito irlandés o escocés, no me acuerdo, y pasó algo que me emocionó: le agradeció la oportunidad a la producción del programa y dijo algo así como “es la primera vez que estoy en un lugar donde alguien saca un ukulele, otro saca una guitarra, todos se ponen a armonizar y cantan juntos, es maravilloso, no me quiero ir nunca”.
Conozco esa sensación.
Cualquiera que haya estado reunido con personas que comparten su pasión por cualquier forma de arte conoce esa sensación, la felicidad de estar con gente que lo comprende, a lo mejor no totalmente pero sí mejor que las personas “normales”, la felicidad de sentirse menos solo, la felicidad de entender que uno no está mal de la cabeza, no tiene las prioridades al revés, no es un imbécil, sino que simplemente tomó el sendero menos transitado. Aunque la mayoría de las veces, contrario a lo que escribió Keats, eso no marque diferencia alguna en lo que al mundo se refiere; aunque familiares y amigos te sigan mirando como a un tarado porque no estudiaste para contador o abogado, no invertiste las pocas o muchas neuronas que tengas en esquilmar a otros para llenarte de guita y en lugar de eso te dedicás a cosas que suelen nombrar en diminutivo: a escribir “libritos”, a hacer “temitas”, a pintar “cuadritos”, cosas poco importantes, sin valor (sin precio, sería mejor aclarar).”

Ahí me había quedado y no lo seguí, pero el sentimiento que experimenté en la presentación fue exactamente el mismo.
Un poco relacionado con eso: meses atrás charlaba con mi hermano Damián y mi hermana Ariadna (dos charlas separadas, una con cada uno en la misma semana) y, para variar, hablábamos de arte y lo que es para nosotros y lo que significa en general, ya que solemos estar bastante de acuerdo en esos temas y por eso, creo, es nuestro tema de conversación más común. Y en lo que estábamos de acuerdo era en las ganas de colaborar, en la idea de que la creación es una obra colectiva, que lo que vamos generando se suma a lo que generan otros y si todo es de calidad y todo viene del corazón todos salimos ganando.
En cuanto a la creación en mi familia no hay ni egoísmo ni envidia (contrario a lo que me han dicho alguna vez) y, por ejemplo, mi hermano me contaba que cuando él, que es técnico en sonido, toca con otras bandas, se preocupa de hacerlas sonar lo mejor posible, incluso aunque no sea su laburo, aunque no sea él quien pone el sonido, y aunque la otra no sea una “banda amiga”, y que esa preocupación por el sonido de los demás le ha valido a lo largo de los años algunos reproches o burlas de sus compañeros en distintas bandas, a lo que él señalaba: “¿Pero a mí en qué me jode que los otros suenen bien? ¿Por qué no podemos sonar bien todos?”
Y eso se aplica a cualquier arte en el que te involucres: ¿por qué no podemos pintar bien todos? ¿Por qué no podemos escribir bien todos? ¿Qué gano poniéndole palos en la rueda al que hace lo mismo que yo si la única calidad y la única llegada que me compete es la de mi propio texto, la de mi propia obras, si un receptor inteligente no valora el arte por comparación sino por lo que una obra en particular le produzca a la hora de observarla, escucharla, leerla?
Lo que por ahí jode de mi forma de intentar que escribamos bien todos es que suelo dar mi opinión de forma bastante directa y lapidaria, y ya con 33 años me cansé de empezar cada oración con un encabezado del tipo “en mi humilde opinión...” o “desde mi desautorizado e insignificante punto de vista...”, con el propósito de no herir la susceptibilidad de las personas que aún no han comprendido que la obra no es el artista y que cuando alguien te dice “ese cuento es una cagada” no quiere decir “sos una cagada de persona”. Parece mentira, pero todavía queda gente así y ese, creo, no es el espíritu correcto que debe animar a la persona se dedique a cualquier disciplina artística, sino que debe ser un ideal orgánico, de cuerpo vivo que no puede progresar sin la cooperación mutua casi absoluta. La ausencia de egoísmo es casi un requisito funcional, aunque suena del todo utópico dado que la motivación de un artista suele ser el ego, pero por culpa de las luchas de egos estamos hundidos en el barro y funcionando como una máquina mal registrada, con sus componentes girando y moviéndose cada uno por su lado.
¿Y saben por qué, además, es necesaria la solidaridad, la buena onda, la camaradería?
Porque no importamos, porque en el gran esquema de las cosas no somos nada, no somos ni siquiera un riesgo, un peligro, un enemigo. Para las personas que tienen la sartén por el mango, me refiero, para quienes con dinero y política y armas dominan el mundo. Para nosotros ellos son claramente el enemigo. Pero como no podemos hacerles daño, para ellos no somos nada. No somos sus enemigos de la misma forma en que un bicho bolita no puede ser el enemigo de un ser humano. Eso somos: un bichito de la humedad. Ni siquiera una hormiga porque las hormigas al menos pican. Y nosotros ni siquiera picamos. Los que no hemos ofrendado nuestra vida al capital, los que no subimos por una escalera echa de cabezas humanas, los que estamos todo el día pensando en conseguir la nota perfecta, la frase perfecta, el matiz perfecto, somos inofensivos en el gran esquema de las cosas, nuestros enemigos naturales se nos cagan de risa en la cara cuando no ejercen su otro poder que es comprarnos, ponernos precio, hacernos best-seller o meternos en el museo. ¿Y de yapa vamos a pelearnos entre nosotros?
No. No tiene el menor sentido. Sería una estupidez.
Una vez, cuando terminó la mejor etapa de mi juventud y me preguntaron por qué me iba de cierto lugar, respondí: “Porque para mí de lo que se trataba era de hacer lo que me gusta con gente que me cae bien”. Y sigo pensando que de eso se trata.


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