Wednesday, May 25, 2011

Piloto de Guerra - de Antoine de Saint Exupery

Como ya lo he dicho, por suerte, la lista de buenas novelas que leo no para de crecer. La genialidad se puede encontrar en cualquier parte por más prejuicios que tengamos a la hora de sacar un libro de la biblioteca; y me refiero a que Saint Exupery era para mí simplemente y nada más que el escritor de El principito, el hombre que había popularizado eso de que lo esencial es invisible a los ojos (frase con la cual no sé si estoy de acuerdo, dicho sea de paso), y no entendía por qué tantas personas lo consideraban un gran escritor (sobre todo Finzi, reconocido dramaturgo neuquino y profesor de Literatura Europea en la UNCo, quien incluso organizó unas jornadas dedicadas a Saint Exupery hace unos años, cuando yo era joven e inocente) ya que la literatura infantil no suele ser el reducto de los grandes escritores. Como suele pasar, me olvidé que no es raro encontrar una joya hundida en medio del barro y me concentré en el barro mismo. Porque el barro de hecho está ahí: Madonna, Araceli González y tantos otros que no se toman la literatura infantil en serio producen basura a diestra y siniestra (esperen un par de años y seguramente Belén Francese va a tener también su propio librito infantil), pero también hay buenos escritores que bajan un cambio para adecuarse a la temática o al mensaje que quieren expresar y se toman la literatura infantil con el debido respeto, haciendo hincapié en la parte de “infantil” pero sin olvidar le parte de “literatura”.
Por suerte, también, nunca faltan buenos libros baratos. Este libro fue rescatado del supermercado Norte, que ahora es Carrefour y antes era Tía, de una mesa de saldos hace muchos muchos años, junto con Steinbeck, Hesse, P. D. James, Huxley un par de gigantes más en tamaño pocket, en el tiempo en que un buen libro en un supermercado te salía 5 mangos y en un canje 2 pesos. Tiempos que no volverán, por supuesto.
Creo que de todas las novelas cortas que he leído Piloto de guerra es la que más se acerca a eso que llamamos la perfección. Es, de verdad, un libro casi perfecto. Tengo sólo dos críticas que hacerle: primero, el final. Tengo que decir con todo el dolor del alma que a la novela le sobre una oración, que la última oración está de más y estropea todo el punch que podría haber tenido el final. Es una verdadera lástima, pero habría que analizar si tal vez en francés no es mejor así, no creo que Saint Exupery pueda haber cometido un error tan obvio y tal vez no sea un error sino un defecto inevitable del traspaso a otro idioma, por similar que sea el español. Y la otra crítica es más bien conceptual o ideológica: Saint Exupery pierde casi todo un capítulo demasiado cerca del final (cuando el relato debería cobrar mayor tensión y dinamismo, una vez que ya fue presentada la trama y el desarrollo debería embestir como un tren hacia la conclusión) explayándose acerca de una teoría muy cristiana acerca de cómo los buenos sentimientos de las personas, que devienen de su relación con dios, pasaron a encarnarse en la humanidad y después, en un última caída, se aplicaron sólo al individuo: así se explicaría que se sienta compasión y se ayude a una persona-X que está en problemas mientras nadie se preocupa o se conduele por la situación de miles y miles de personas que sufren, porque las buenas intenciones y los buenos sentimientos que provenían de la relación con dios ya no pueden ser dirigidas a los hombres como un todo sino sólo como un individuo. No estoy en desacuerdo con el desarrollo lógico de la idea, sólo me falla el inicio del recorrido: creo que los buenos sentimientos se experimentaron hacia otro ser humano, luego hacia la humanidad como un todo (cuando la raza humana dejó de reaccionar sólo antes estímulos concretos y descubrió los conceptos abstractos y aprendió a unificar lo que es distinto basándose en unas pocas características comunes, que es la única forma de afirmar que pese a los miles de millones de particularidades de personalidad, valores y capacidades, los seres humanos somos lo mismo), luego eso se ubico en un dios y luego, sí, pasó como Saint Exupéry lo relata, pero no se trata de una caída sino más bien de un regreso. Hubiera sido bueno para todos que el retorno se detuviera en la humanidad, pero el efecto del péndulo rara vez puede evitar ir de un extremo al otro y volver al mismo lugar de origen del impulso inicial.
Salvando esas dos pequeñas manchas, el libro es perfecto. Es mi clase de libro, por decirlo así, prescinde casi por completo de la descripción para centrarse en la acción, los diálogos y las repercusiones internas (pensamientos y sentimientos), los cambios que se generan en el protagonista-narrador cuando el paso del tiempo y los sucesos los afectan; muestra como de un segundo al otro todo puede al mismo tiempo seguir siendo lo mismo en el mundo exterior pero algo totalmente distinto en la percepción, y cómo para nosotros, los seres humanos, lo que realmente importa, lo que realmente es el mundo, es nuestra percepción y no la realidad fáctica.
El libro no es muy largo: unas 200 páginas de pequeño tamaño con letra bastante grande e interlineado de 1 y medio. Con el suficiente tiempo alguien podría leerlo en una tarde. Pero me parece que es mejor tomarse el tiempo para saborear la prosa (precisa, concisa, ágil y verdaderamente hermosa), las situaciones, las ideas, los cambios de percepción del personaje y sobre todo las muchas frases profundas y perfectas que escribe Saint Exupery. Me quedo sobre todo con una: el narrador sostiene que la edad cronológica no importa, que cuando algo es nuevo y nos encontramos sin armas frente a eso que se nos enfrenta nos sentimos indefensos, inexpertos e ignorantes como un bebé que empieza a vivir y no sabe todavía muy bien qué es esto de la vida; que un ser humano, por adulto que sea, conserva dentro suyo esa parte recién llegada al mundo, y reflexiona que “vivir es nacer muy lentamente”. Maravilloso.

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