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Tal vez muchos no sepan que mi hija no fue al jardín hasta este año, hasta los 5, cuando la ley me obligó a mandarla, porque me negué a hacerlo antes ya que mis recuerdos de la niñez suelen ser horribles y tengo la idea de que los chicos no son más que animales violentos e hirientes y no quería exponer a Lucía a ellos. Una vez, citando a Fito Páez, un amigo que dijo que “es sólo una cuestión de actitud”, que en realidad era problema mío y no de los niños en general, que yo no tenía lo necesario para hacer frente al mundo infantil. Que era un pelotudo, bah, y no de ahora sino desde chiquito.
Parece ser que tenía razón.
Lucía entró al jardín con toda la alegría con la que ella hace todo y a pesar de que fue algo extraño y nuevo para ella se fue adaptando hasta que hace dos días me comunicaron que sus compañeritos la habían elegido para ser abanderada en el acto de fin de curso de la escuela.
Por un lado es lindo por ella misma y por otro lado es como seguir una tradición familiar porque sus tías y yo fuimos abanderados toda la primaria y me acuerdo que eso hacía muy felices a mis papás y esa especie de transmisión de la felicidad y el orgullo debe significar algo, un hilo, una corriente que se sigue.
Pero en realidad, aunque entiendo lo que significa la bandera como símbolo de su desempeño en el colegio, lo que realmente me puso feliz fue la apreciación de su maestra acerca de su evolución en el jardincito: que de a poco se fue adaptando, que aprendió cómo compartir con las otras nenas a la casita o a pintarse y con los varones a juegos de mesa y cosas así; dice que fue ganando confianza hasta que pasó de aceptar los juegos de los demás a proponer los suyos, que prueba muchas formas de resolver sus problemas y recién cuando ve que no puede sola pide ayuda, que cuando dos nenes se pelean ella se pone como mediadora y trata de que arreglen las cosas hablando, y sobre todo me llamó la atención la frase “defensora de sus ideales y las causas justas”… y cuando lo leía pensaba que esa es la ética de un superhéroe y que son cosas dificilísimas de transmitir a un nene chiquito porque son abstractas y más que aprenderlas tienen que aprehenderlas, y de alguna forma ella pudo. Y me alegra también eso, que haya podido sacar lo mejor de lo que caracteriza a su padre, que es leer historietas, por lo cual nos suelen catalogar a los comiqueros de cobardes por buscar evadirse del mundo real, o estúpidos por creer que esas cosas pueden pasar o personas como los héroes pueden existir, pero para mí es lo mismo que pasa con la religión: si sacás las idioteces y queda la ética, es algo muy digno de rescatar.
No sé muy bien que quiero decir. Tal vez que a pesar de todas mis incompetencias como persona y como padre ella está creciendo bien, que, como lo suelo repetir bastante, tenés que ponerle muchas ganas para provocar que un hijo se crie mal, que sólo con ser estúpido no alcanza, que para evitar que un nene crezca bien y feliz tenés que ser malo, hijo de puta, activamente perverso… y al menos puedo garantizar no voy a ser ninguna de esas cosas por lo que creo que Lucía y Santiago van a seguir creciendo bien.
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