Hace un mes y algo cumplí 30 años y, lejos de lo que me pasaba antes, que los cumpleaños eran la época más feliz del año, se me cayó un poco la estantería. Me di cuenta de que estaba más solo de lo que pensaba, de que todo se había comprimido y reducido como pasa con las comidas cuando pierden agua, o sea, que quedaba lo esencial y que era bueno pero poco. Me queda familia y amigos, pero los compañeros de ruta y asados ya no están. Es lo que pasa a medida que crecés, supongo. Debe tener que ver mucho el tema de no salir hace mucho a la ruta y no ir a asados. Ahora soy un padre antes que otra cosa.
Pero como de todo se puede sacar algo constructivo, saqué esto: cortar con las boludeces. Al menos con las boludeces que no me cortaron a mí antes. Dedicarme a lo esencial, no sólo dedicarle tiempo sino ponerlo en primer lugar, como prioridad. Así que este es el plan: recibirme a los 33, no publicar más librejos artesanales y terminar dos libros para el 2010: uno va a ser una novela y el otro un libro de poemas, probablemente el último. No creo tener lo que se necesita para escribir poesía. Para mí la poesía es algo trascendental y no me da el cuero, así que recopilaré las boludeces que tengo a medio terminar con tiempo y después me dedicaré sólo a la prosa hasta que la marea cambie otra vez.
"Lord Morfeo aprende que uno debe cambiar o morir, y luego toma su decisión" (Neil Gaiman).
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