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Juego de Tronos es la
primera serie que yo haya visto que entiende y retrata de forma
exacta la relación estrechísima, simbiótica, vital, entre el
poder, el sexo y la muerte. No digo que sea la primera que lo hace en
la historia de la televisión, pero si se vio algo parecido antes, yo
era muy chico y no lo conozco.
La temporada que más
me impactó fue la tercera, es la que tuvo mejor ritmo, mejor
equilibrio entre acción e intriga, probablemente porque de eso se
trata una guerra. De ahí en adelante se hace un poco más lenta y
menos coral, hay capítulos enteros dedicados sólo a una o dos
líneas argumentales, dejando las demás de lado. Supongo que también
puede deberse a las exigencias de los actores, ahora superestrellas,
de vacaciones o tiempo de descanso.
Los caminantes blancos
no me cierran, a mí me pierden en ese punto. Son zombies: no importa
si les cambian el nombre y están helados, igual son zombies, y
llevan a la historia a un nivel de fantasía que no me agrada, al
punto en que se pierden los referentes reales y las reglas de
funcionamiento del un mundo con leyes naturales que obedecer. Con los
gigantes está todo bien, son solamente gente grande, con los
dragones está todo bien, son animales, animales raros pero animales
al fin, pero los zombies helados, más allá de su intertextualidad
con los gigantes de hielo de la mitología nórdica, elevan demasiado
el nivel de fantasía y hacen que las secuencia ambientadas en el
Muro parezcan otra cosa, parte de otra serie, una especie de mezcla
entre El señor de los Anillos y The Walking Dead..
Precisamente, me pasó
algo parecido con El Señor de los Anillos en la parte en que
aparecen esos fantasmas verdosos que destrozan mamuts girándoles
alrededor a supervelocidad como si fueran Speedy González. Ahí la
película me perdió como espectador, mi capacidad para la suspensión
de la incredulidad fue superada y de eso no se vuelve.
Un tema que va ganando
preponderancia, y llega a ser central en la quinta temporada, es la
religión: los viejos y nuevos dioses y el único dios, varios únicos
dioses en los que creen diferentes clanes o diferentes casas, en una
clara alegoría del paso del politeísmo al monoteísmo, lo que, en
nuestro universo y en nuestra sociedad, significa el paso al
cristianismo. Esa es la parte que da más miedo, o al menos la que
más miedo me da a mí: que unos locos de mierda puedan matar sin
mover un dedo, hacer quemar vivas a personas, encarcelar, destruir
moralmente, escudados en la fe, la irracionalidad, la certeza ciega
de tener razón y de que algo más alto los avala.
Nada más alto te avala
nunca, un hijo de puta religioso hecho mierda de la cabeza no es más
que un hijo de puta hecho mierda de la cabeza a secas y todos
haríamos bien en recordar eso. La religión es un bastón para que
las almas débiles puedan sostener sus vidas, y eso no puede estar
del todo mal, pero cuando ese bastón empieza a ser usado para
golpear a otros, hay que partirlo en dos de inmediato.
Mirando Juego de Tronos
me di cuenta de algo que debería ser bastante obvio para cualquiera
que escriba y cree personajes: la narración, a diferencia de lo que
se dice acerca del anarquismo, construye para después destruir. A
pesar de las quejas y los clamores populares por las muertes de
personajes queridos por el público, precisamente de eso se trata el
arte de crear personajes: generar un lazo emocional que, al romperse,
impacte al receptor de la forma más potente posible.
Además, banco a J. R.
R. Martin cuando se defiende de los ataques por ensañarse con sus
criaturas. He leído declaraciones suyas diciendo que, aunque respeta
que haya gente que escriba distinto, su literatura no es de esa que
dejan a las personas contentas, tranquilas y pensando que la vida es
justa y todos tienen un final feliz esperándolos en el futuro porque
la vida no es justa y no todos tenemos un final feliz esperándonos
en el futuro. Que él no es Coelho, hablando en plata. Y no puedo
sino respetar eso.
Así que, resumiendo:
Si soportás la sangre,
no mires Juego de Tronos.
Si te pone mal que
cosas malas le pasen a los niños y a los inocentes, no mires Juego
de Tronos.
Si sos religioso, no
mires Juego de Tronos.
Si te gustan los
finales felices y pensás que el mundo es justo y “conspira para
que hagas realidad tus sueños”, no mires Juego de Tronos.
A todos lo demás:
¿Qué están esperando
para mirar Juego de Tronos?
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