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Nunca he sido muy fan
de James Bond. He visto algunos pedazos de películas en la tele, fui
al cine a ver Tomorrow never dies con un amigo y dormí media
película. Sé que se supone que a los nerds nos tiene que gustar
James Bond de forma acrítica, pero se supone que a los nerds nos
tienen que gustar muchas cosas de forma acrítica, lo que está muy
alejado de la realidad.
Estas tres películas
me gustaron. Las miré en un lapso de veinticuatro horas: una noche y
la mañana y la tarde siguiente. De las dos primeras me sorprendió
la poca cantidad de diálogo en relación al metraje total: muchas
escenas de acción significan pocas escenas de diálogo, como es
lógico suponer. No es como en los comics, donde los contendientes
pueden recitar “El pueblo” de Neruda en el tiempo en que tiran
una patada voladora.
Había escuchado
críticas negativas de personas que decían que el James Bond de
Daniel Craig era una especie de Terminator imparable y eso le quitaba
la gracia al personaje. Disiento enérgicamente. Si bien el Bond de
Craig es más duro que el acero y tiene algunas nociones de parkour,
por lo que las persecuciones se parecen mucho a esa performance del
corredor de Fuerza Bruta, lo cierto es que el personaje está muy
humanizado. Tiene pasado, y eso es algo nuevo. Pasado de verdad: fue
hijo, tuvo madre y padre, tuvo infancia, traumas infantiles. “Los
huérfanos son los mejores reclutas” le dice M. El personaje no
sólo recuerda para contarnos que ese que acaba de matar el villano
era su mejor amigo desde las vacaciones del año pasado, sino que hay
toda una densidad de recuerdos muy grande que lo alejan del Bond
clásico, que si bien podía tener mejores modales y mayor
expresividad facial, era plano como personaje, una verdadera máquina
de matar sin nada a lo que valiera la pena llamar pasado. En ese
sentido es absolutamente revelador el título del tercer film,
Skyfall, que en las películas anteriores sería el nombre de un
satélite espía pirateado por los rusos, pero acá no.
No voy a llegar al
extremo de decir que el personaje evoluciona como tal, porque empieza
siendo Bond y termina siendo Bond, pero al menos siente el paso del
tiempo, envejece, tiene secuelas de sus heridas, y es muy consciente
de que es una herramienta mortal al servicio de un sistema político,
lo que como toma de autoconsciencia no está mal. Nada de buenos
contra malos ni de seguridad nacional: política. Nada de control o
búsqueda del bien mayor: venganza. Ganarse el sueldo o pegarle cinco
tiros a quien te jodió la vida. Reacciones humanas perfectamente
comprensibles que le dan verosimilitud al personaje de una forma, al
menos para mí, muy bienvenida.
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