Cómo jode cuando algo avanza perfectamente y al final se cae, se disuelve, cuando una historia se alimenta a sí misma con buenas ideas, buenos personajes, buen ritmo, y en el momento de darle un cierre las cosas fallan, chirrian, no encastran del todo bien o simplemente acaban en un anticlímax.
Bueno, ayer, el mismo día, tuve la misma sensación con dos historias que venía siguiendo. Una es Ex Machina, serie de comics que venía leyendo escaneada, como ya lo posteé antes. La otras es Lost, indudablemente una de las mejores series de televisión que se han hecho pero cuyo final, creo, no estuvo a la altura de lo esperado.
En Ex Machina todo resulto ser muy chiquito, a una escala muy reducida. El peligro estaba ahí pero nunca se hizo presente. Y uno está acostumbrado (o yo, al menos, estoy acostumbrado) a que los comics de superhéroes, por más realistas que pretendan ser (¿y cómo podría un comic de superhéroes ser “realista”?) sean el último refugio de la grandilocuencia, que sean “larger than lifre” como dicen los yankis. Y cuando te contradicen el horizonte de expectativas se te complica digerirlo. Culpa mía capaz.
Igual, lo que leí fue el anteúltimo número, el 49, ya que la serie termina en el 50, pero la historia, el relato, creo, terminó acá. El número final debe ser un epílogo (como lo fue el número 27 de Planetary, otra serie que no me voy a cansar de recomendar y que espero que alguien publique acá antes de que me gaste un fangote de guita en la versión española), aunque todavía es posible que me equivoque y me den una sorpresa. Las cosas no se terminan hasta que se terminan, ¿no?
En cuanto a Lost, ¡carajo! ¡Qué difícil es ser objetivo! Pero la verdad desapasionada que es el último capítulo fue un robo a mano armada. He leído que por ahí lo llaman una falta de respeto, y casi estoy de acuerdo.
Primero habla el fan: el capítulo me emocionó, estuve varias veces al borde de la lagrimeada (sobre todo cuando Sawyer y Juliete se reconocen, cuando nace Aaron), me sacaron una sonrisa casi todos los diálogos de Hugo, le ponía pilas y ganas y apoyo a cada movimiento de Desmond para juntar a los compañeros que faltaban. Emotivamente fue un golazo. Lo único igual de emocionante e incongruente que experimenté antes fue leer Green Lantern: Rebirth hace unos años. Los comiqueros me van a entender. La miniserie fue solamente una excusa para traer al Hal Jordan de nuevo al Universo DC, pero ¡pedazo de excusa! Hay tanto amor a los personajes, tanta emoción genuina, tanta caracterización de los Green Lanterns como esas personas valientes y altruistas que todos deberíamos ser, que te gana la emoción y bloquea el sentimiento de incongruencia, te sale tirar un “¡Qué copado!” antes que un “¡Pero esto no tiene sentido”!”.
Como fan me pasó eso con el último capítulo de Lost.
Pero como “crítico” o como televidente con dos dedos de frente, me sentí estafado. Ya cuando la temporada iba por la mitad me di cuenta de que no tenían tiempo real, fáctico, televisivo, para darle un cierre coherente a todas las cosas que quedaban por explicar. En el capítulo 16 fue incluso más claro. Terminé de verlo y me dije “Bueno, queda un capítulo doble, pero igual, ni a palos van a poder explicarlo todo”. Y claro, la sensación se debía a que no pretendían, ni por las tapas, explicarlo todo.
He leído por ahí que esa indefinición fue adrede, que dejar todo “librado a la inteligencia del televidente” fue siempre la filosofía de los creadores, que “todas las pistas están ahí para quienes quieran verlas”. No me parece. Las pistas están ahí pero hay demasiados espacios en blanco que tienen que ser llenados con teorías propias tiradas de los pelos. Por no hablar de las incongruencias manifiestas. Por tirar un par: por qué Locke al morir no se volvió el humo negro o desapareció, si ese no era su cuerpo sino un constructo a su imagen; por qué Jack tenía un hijo en el “más allá” que todos habían construido por comité; por qué Desmond sabía lo que pasaba en “la otra realidad” después de que le dieron un saque de electromagnetismo si de hecho no era otra realidad sino un “más allá” que crearon sin querer después de muertos (y si Hugo era el nuevo protector de la isla, debe haber tardado décadas o incluso siglos en morir). Y no sigo porque me sube la calentura.
Cada uno lo toma como quiere. Se puede repetir lo que dijeron en los Simpson, en el capítulo de Poochie: “Ellos te dan miles de horas de entretenimiento gratis, ¿qué pueden deberte a ti? (o “a vos”, en mi caso)” Lo que me jode sobre todo es que a mí me encanta recomendar cosas, compartir con otros lo que me parece que vale la pena, y con el final me complicaron todo. Si le decís a alguien que te pregunta sobre Lost: “La serie es maravillosa... el final, una cagada”, no es precisamente la mejor recomendación. Si me tiran eso creo que no me gastaría en mirarla.
Como sea, fueron para mí cuatro años en los que Lost fue parte de mi vida, porque la empecé a ver en la tercera temporada. Cada final de capítulo me dejaba esperando la semana siguiente. En los descansos entre temporadas sentía verdadera abstinencia. Me acuerdo que, cuando Santi recién había nacido y estaba todo el día con él, pendiente, el único momento para mí que me di fue el fin de semana de la maratón de la cuarta temporada. Es la tercer serie que sigo fielmente en mi vida. Las otras fueron ST:NG y X-Files y de las tres me quedan buenos recuerdos.
Al final, voy a tener que repetir lo que postearon otros blogeros: podés mirar Lost y te va a gustar, incluso te puede llegar a fascinar, mientras pongas el énfasis en disfrutar el viaje y no en esperar que todo encastre perfectamente al final.
-
No comments:
Post a Comment