Cuando murió mi viejo me di cuenta de que la noción de cielo no la inventamos para nosotros. En realidad, creo que no nos importa demasiado a dónde vamos después de morir: lo que nos importa es seguir viviendo. Así que el cielo, para mí, es el lugar que inventamos para poder creer que las personas amadas que se han ido puedan estar todavía existiendo pero de otra forma, en forma de alma, de esencia, de lo que sea, donde tengan la posibilidad de apartar las nubes y echarnos una mirada.
Paralelamente, el infierno es el lugar que repararía las injusticias que acá es imposible castigar. No tanto como una forma de asustarnos a nosotros mismos y forzarnos a actuar bien (¿qué es actuar mal y qué es actuar bien, después de todo?), sino para mandar ahí a los que merecerían sufrir un infierno en vida y sabemos que no será así.
Esa idea la tuve ayer a la mañana, no recuerdo por qué, pensando en Bush. El tipo dejó que estrellaran aviones contra dos edificios porque eso servía a sus propósitos, mandó a asesinar y a morir a miles de personas escudándose en mentiras, para robar fuentes de energía y consolidar un poder político que con suerte será el suyo y en el peor de los casos de alguna sociedad secreta empeñada en que nos muramos de hambre y nos matemos entre nosotros para que ellos vivan cada vez mejor. Y no va a pasarle nada. No va a pagarlo nunca.
Para ese tipo de gente inventamos el infierno.
Paralelamente, el infierno es el lugar que repararía las injusticias que acá es imposible castigar. No tanto como una forma de asustarnos a nosotros mismos y forzarnos a actuar bien (¿qué es actuar mal y qué es actuar bien, después de todo?), sino para mandar ahí a los que merecerían sufrir un infierno en vida y sabemos que no será así.
Esa idea la tuve ayer a la mañana, no recuerdo por qué, pensando en Bush. El tipo dejó que estrellaran aviones contra dos edificios porque eso servía a sus propósitos, mandó a asesinar y a morir a miles de personas escudándose en mentiras, para robar fuentes de energía y consolidar un poder político que con suerte será el suyo y en el peor de los casos de alguna sociedad secreta empeñada en que nos muramos de hambre y nos matemos entre nosotros para que ellos vivan cada vez mejor. Y no va a pasarle nada. No va a pagarlo nunca.
Para ese tipo de gente inventamos el infierno.
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