Monday, July 04, 2011

Por la camiseta… o por la remera


No me gusta el fútbol. No me gustan los deportes en general. Debe ser porque no sirvo para ninguno. Eso significa que el fútbol no es importante para mí. Ni para alegrarme ni para deprimirme porque River descendió a la B, aunque mi papá trató de hacerme de River desde bebé y tengo fotos que lo prueban. Eso es una suerte, supongo. Que el fútbol no sea importante para mí, quiero decir. No me gustaría estar triste o cargar a otro que ya se siente mal sin mi chiste por algo tan intrascendente como un partido de fútbol. Mi emotividad se reserva para lo que sí me parece trascendente, que es el arte. Solo hay dos cosas relevantes en la vida, creo: el arte y, más importante aún, vivir; generar sentido desde tu creatividad y, más importante aún, generar sentido desde tus actos y tus decisiones.
No me caben las camisetas. No me caben las banderas ni las remeras. No me parece que nadie deba identificarse con logros con los que en realidad no tienen nada que ver. Nadie debería sufrir o alegrarse por hazañas que ocurren a miles de kilómetros de distancia y son realizadas por personas a quienes nada los une.  Los hinchas no dirigen los partidos ni los juegan, cuanto mucho alientan y desean, lo cual, a no ser que creamos en la magia simpática como la describe Frazer y como la concebían los pueblos pre-racionales, es igual a decir que no hacen nada. Y no entiendo cómo se puede poner tanta emotividad en algo en lo que no tenés ninguna intervención.
No comparto tampoco del todo que los chicos anden por la calle con remeras de bandas. No me parece mal, pero es llevar tu identidad afuera de vos mismo, armarte con pedazos de otros, con pedazos extraídos desde el exterior, cuando lo que hace falta es armarte desde dentro, con lo que vos mismo creás o generás. ¿Querés ponerte le remera de una banda? ¡Joya! Aprendé a tocar un instrumento, formá tu banda y ponete tu propia remera. ¿Amás el fútbol y querés usar la camiseta de un equipo? ¡Joya! Armá un equipo y usá tu propia camiseta y transpirala y dejá todo en la cancha.
Sé que no es exclusivo de Argentina pero en este país se desperdicia demasiado tiempo y energía en ocuparse de la vida de los demás, de los logros de los demás, de las desgracias de los demás; tiempo que podría servir para potenciar la vida propia y los propios proyectos. Sería hora de cambiar eso un poco, de que la vida pase por uno mismo y no por lo que hacen otros.

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