Empecé a escribir a los 14 años pero no mostré nada hasta los 16, cuando le llevé dos cuentos a mi profesor de Literatura de Cuarto, que también era cura y el director del colegio. Eran dos relatitos que no llegaban a la carilla. Uno se trataba de un chico que mataba a su familia guiado por la voz en el espejo de un ser deforme que era él mismo (el chico se había quemado la cara en un accidente y culpaba por ello a todos al mismo tiempo que no lo aceptaba); y el otro era la historia de una monja que tenía relaciones sexuales para prevenir una enfermedad del aparato reproductivo. El pobre hombre la pasó fea para, por un lado, alentarme a seguir escribiendo y, por el otro, desalentarme a escribir ese tipo de cosas.
También a los 16 empecé a escribir poesía, como dice la canción, "por razones románticas".
También a los 16 empecé a escribir poesía, como dice la canción, "por razones románticas".
Cuando terminé la secundaria ya era claro que lo único a lo que le veía sentido era la literatura, así que vine a Neuquén a estudiar letras. Desde la primera clase nos dijeron que estudiar letras no te ayuda a escribir mejor, y tienen razón, pero te ayuda a conocer muchos buenos escritores: a algunos los leés y con otros te tomás unas cervezas e intercambiás libros y críticas.
Publiqué un par de libros artesanales de poesía y microrrelatos. Gané un par de premios y menciones. Publiqué en un par de antologías, diarios y revistas. Lo que no he hecho ni pienso hacer nunca es pagar para publicar: para eso existen los concursos o de última la autoedición. No importa si son hojas A4 dobladas encuadernadas en cartulina, lo que importa es el texto.
Por un tiempo formé parte del que, creo, fue el mejor grupo de poesía de Neuquén del lustro pasado. Me echaron de una patada en el culo (patada diferida en tiempo y espacio, a larga distancia y a largo plazo), porque no ser lo suficientemente cool para un poeta y porque no tener la más mínima onda sobre el escenario. No puedo discutir ninguna de las dos razones porque de hecho si hay algo que no soy es cool y si tengo onda es cero o negativa. Así que está todo más que bien con los motivos, pero la forma en que me descartaron me generó un rechazo frente a todo lo que significa el “mundillo literario”. Como dicen las mujeres en las parodias y las sitcoms: “no es lo que dijeron, es cómo lo dijeron”.
Así que, bueno, como mi salida del circuito coincidió con la noticia de que venía mi hijo Santiago, decidí tomarme tres años sabáticos durante los cuales no aparecí en ningún encuentro, lectura, presentación de libros o lo que fuese y, mientras, avancé varios textos largos y mandé un folletín de ciencia ficción a mis amigos por mail.
Todo eso va a ser publicado a acá próximamente, junto con lo nuevo que vaya produciendo.
*
PD: Un abrazo a TomásWatkins, Pablo Yoiris y Héctor Kalamicoy por mantener el contacto durante el ostracismo. Les debo una ronda de TEG.
-
No comments:
Post a Comment