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El domingo a la noche fui a la Conrado a ver tocar a Menage, la banda de covers de animé en la que toca el bajo y canta mi hermana menor y también canta la novia de mi hermano. Él también estaba ahí, haciéndoles el sonido. Y en el público estábamos mi hermana mayor con mi sobrina y yo, así que fue casi como un asado de Navidad en mi casa de Regina, uno de los pocos momentos en que estamos los cuatro hermanos juntos.
Primero la evaluación objetiva: Menage es la mejor banda de covers de animé del valle y probablemente de la Patagonia. No hay mucho que discutir sobre eso. No son fans que se juntaron a ver qué salía y agarraron instrumentos por primera vez, o que aprendieron más o menos a tocar algo encerrados en su habitación: son todos flacos y chicas con formación musical, o que vienen de bandas anteriores, o que estudian o estudiaron música en el IUPA (o el INSA, como se lo llamaba antes) y se juntaron a tocar lo que les gusta pero con el sentido musical por delante.
Cuando ves a una banda que toca lo que le gusta sin técnica, sin acercarse a la perfección formal pero con ganas, poniéndole todo, te cae bien, los bancás (en el sentido de que les hacés el aguante, no en el sentido de que los soportás), los felicitás por divertirse y compartirlo. Pero cuando los que tocan, aparte de divertirse lo hacen bien, cuando son realmente músicos, gente que vive para la música, que la entiende y la siente y la estudia además de gustarle y disfrutarla, la diferencia se nota demasiado y no hay nada que hacerle.
El nivel general de toda la banda es muy bueno, nadie desentona y son lo suficientemente vivos como para tener momentos en cada presentación en el que se luce un instrumento en particular.
Obviamente, cuando los veo estoy casi todo el tiempo mirando a mi hermana por una razón de orgullo familiar, pero tengo que reconocer que todos son muy buenos en lo suyo. Si tengo que destacar a uno creo que me quedaría con el baterista porque es el que más hace involucrarse al público (aunque los que estaban en la Conrado eran medio muertos y salvo dos flacos nadie saltaban ni a palos) pero creo que tiene más que ver con que la percusión es la forma de música más antigua, más fácil de lograr (me refiero a que incluso sin instrumentos es posible hacer ruido mediante golpes) y actúa a un nivel muy instintivo. Mi teoría es que tiene que ver con el palpitar del corazón humano y con los ritmos internos del cuerpo, que naturalmente se aceleran cuando hacemos algo que nos moviliza y nos involucra. Recuerdo una cosa rara que hicimos una vez con cierta gente (la indefinición es totalmente adrede) donde hubo títeres, teatro, lectura de poemas, y en cierto momento entraron tres personas tocando tambores y se formó algo muy atávico, con todos dados vuelta bailando y saltando en ronda… y creo que la percusión te lleva más a esos lugares primitivos de libertad y de comunión que los demás instrumentos… pero es solamente una teoría mía.
La evaluación subjetiva es simplemente felicidad y tranquilidad de alma: cuando veo a cualquiera de mis dos hermanos menores sobre un escenario es como que algo que estaba descentrado vuelve a su eje, no puedo dejar de sonreír desde que empieza el primer tema hasta que termina el último porque me colma la seguridad de que por lo menos algo en el mundo está donde debe estar, es su exacto lugar, que en un universo donde todo lo que puede salir mal sale mal hay también cosas que funcionan correctamente, hay esferas que giran sobre su eje al menos por un rato, es la música de las esferas de los pitagóricos materializándose en armonía perfecta.
Yo, objetivamente de nuevo, debo decir que no tengo motivos para quejarme, que tengo una vida tal vez mejor de la que merezco y seguro mejor que la que debería tener si el rasero por el cual se midiera fuera el esfuerzo que uno pone en conseguirla. Pero estoy totalmente seguro de que si estuviera mal, hecho mierda, muerto de hambre, sin un mango, en la calle, sin ganas de vivir, destrozado en cuerpo y alma, y por un rato viera a mis hermanos sobre un escenario haciendo lo que les gusta y lo que nacieron para hacer, por ese rato me olvidaría de todo y sería feliz.
Después viene el bajón, por supuesto, cuando me planteo por qué carajo yo nunca aprendí a tocar nada y los estoy mirando desde el público en lugar de estar acompañándolos, pero no hay mucho que hacer respecto a eso.
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