Estoy corrigiendo una novela que empecé a escribir en el 2009. Voy por el tercer capítulo y aparece la idea de que uno de los mayores problemas de mi generación es el de ser varones criados por mujeres, por nuestras madres, quienes nos inculcaron como verdad la versión femenina del mundo y sobre todo del amor.
La semana pasada terminé de leer El Club de la Pelea y Chuck Palhaniuk escribió exactamente lo mismo.
Eso confirma mi hipótesis de que un escritor es una persona a quien le roban las ideas incluso antes de que se les ocurran.
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Thursday, December 13, 2012
Tuesday, December 11, 2012
Zanjón de la aguada - de Pedro Lemebel
Zanjón de la Aguada (Crónica en tres actos)
Dedicado a Olga Marín, con mi cariñoso
agradecimiento
Primer acto:
LA ARQUEOLOGÍA DE LA POBREZA
Y si uno cuenta que vio la primera luz del mundo en
el Zanjón de la Aguada, ¿a quién le interesa? ¿A quién le
importa? Menos a los que confunden ese nombre con el de una novela
costumbrista. Más aún a los que no saben, ni sabrán nunca, qué
fue ese piojal de la pobreza chilena. Seguramente incomparable con
cualquier toma de terrenos, campamento o población picante de los
alrededores del actual Gran Santiago. Pero el Zanjón, más que ser
un mito de la sociología poblacional, fue un callejón aledaño al
fatídico canal que lleva el mismo nombre. Una ribera de ciénaga
donde a fines de los años cuarenta se fueron instalando unas tablas,
unas fonolas, unos cartones, y de un día para otro las viviendas
estaban listas. Como por arte de magia aparecía un ranchal en
cualquier parte, como si fueran hongos que por milagro brotan después
de la lluvia, florecían entre las basuras las precarias casuchas que
recibieron el nombre de callampas por la instantánea forma de
tomarse un sitio clandestino en el opaco lodazal de la patria.
Y como siempre el asunto de la vivienda ha sido una
excursión aventurera para los desposeídos, aun más en ese tiempo,
cuando emigraban familias enteras desde el norte y sur del país
hasta la capital en busca de mejores horizontes, tratando de
encontrar un pedazo de suelo donde plantar sus banderas de allegados.
Pero ese no fue el caso de mi familia, que desde siempre habitó en
Santiago, traficando su pellejo pasar en piezas de conventillo y
barrios grises que rondan al antiguo centro. Pero un día cualquiera
llegaba el desalojo; los pacos tiraban a la calle las cuatro mugres,
el somier con patas, la mesa coja, la cocina a parafina y unas
cuantas cajas que contenían mi herencia familiar. Y tal vez alguien
nos dijo que existía el Zanjón y para no quedarnos a la intemperie,
llegamos a esas playas inmundas donde los niños corrían junto a los
perros persiguiendo guarenes. Y la cosa fue tan simple, tan rápida,
que por unos pesos nos vendieron una muralla, ni siquiera un metro de
terreno, solo era un muro de adobes que mi abuela compró en ese
lugar. Y a partir de ese sólido barro, fue armando el nido garufa
que en pleno invierno cobijó mi niñez y le dio alero a mi núcleo
parental. A partir de esa muralla que como una bambalina
cinematográfica se convirtió en el frontis de mi primer domicilio,
mi abuela le puso un techo de fonolas y un encatrado de palos que
confeccionaron la arquitectura piñufla de mi palacio infantil. Pero
a diferencia de mis vecinos, la fachada entumida de mi casa tenía
cara de casa, por lo menos desde el callejón parecía casa, con su
ventana y su puerta, que al abrirla, mostraba un escampado, no tenía
piezas, solamente el fondo abierto del eriazo donde el viento frío
del amanecer entraba y salía como Pedro por su casa.
Pareciera que en la evocación de aquel ayer, la
tiritona mañana infantil hubiera tatuado con hielo seco la piel de
mis recuerdos. Aun así, bajo ese paraguas del alma proleta, me
envolvió el arrullo tibio de la templanza materna. En ese revoltijo
de olores podridos y humos de aserrín, «aprendí todo lo bueno y
supe de todo lo malo», conocí la nobleza de la mano humilde y pinté
mi Primera crónica con los colores del barro que arremolinaba la
leche turbia de aquel Zanjón.
Segundo acto:
MI PRIMER EMBARAZO TUBARIO
Existe un eslogan que dice: «Pobre, pero limpio»,
y es verdad, en algunos casos donde existen los materiales básicos
de la higiene. Pero en el Zanjón, el agua para beber, cocinar o
lavarse había que traerla de lejos, donde un pilón siempre abierto
abastecía el consumo de la población callampa. Así también la
evacuación de las aguas servidas y el alcantarillado se resumían en
una acequia hedionda que corría paralela al rancherío, donde las
mujeres tiraban los caldos fétidos del mojoneo. En contraste a este
sórdido barrial, el albo flamear de las sábanas y pañales,
deslumbrantemente blancos a puro hervido de cloro, confirmaba el
refregado pasional de las manos maternas, siempre pálidas, azulosas,
sumergidas en lavaza espumante de remojo. Y quizás esa utopía
blanqueadora era la única forma como las madres del Zanjón podían
simbólicamente despegarse del lodo, y con racimos de chiquillos a
cuestas, se encumbraban a las nubes agarradas del fulgor níveo de
sus trapos, vaporosamente deshilachados, como banderas de tregua en
esa guerra entintada por la supervivencia.
Mi niñez del Zanjón mariposeaba al mosquerío del
sol que mi madre espantaba cuidadosa, pero al primer descuido, cuando
ella atareada, en un minuto me perdía de vista, la aventura del
gatear fuera de la callampa me conducía al borde de aquella acequia,
donde metía mis pequeñas manos, donde mojaba mi cara y sorbía el
lodo en la curiosidad infante de conocer mi medio a través del
sabor. Y así fue como un día mi barriga se fue hinchando como si me
hubiera embarazado un príncipe moscardón. Al correr los días, el
tamboreo de la colitis permanente y el dolor abdominal eran un llanto
sin tregua. Mi madre no sabía qué hacer, sobándome la guatita
inflamada como un globo y dándome aguas de hierbas, azúcar quemada
y cocciones de canela. Y allí entonces, no era tan simple como tomar
el teléfono y llamar al médico de la familia. Sobre todo si había
que levantarse a las cinco de la mañana y salir con la guagua
colgando para alcanzar un número en el policlínico repleto. Así no
más llegué a las manos de una doctora con lentes de acuario, quien
me vio la panza pobre, pensando en la very tipical
desnutrición de los niños africanos. Pero al tantear esa piel tensa
de timbal y apoyar en ella su frío estetoscopio, un apagado latido
la sobresaltó, retirándose espantada. «No es posible», dijo,
mirando a mi madre y escribió nerviosa la receta de un purgante
virulento. Esa misma noche se produjo el alumbramiento, después de
tomar esa abortiva medicina, me desrajé en los calambres de una
florida diarrea como agua de pantano. Y allí, en el negro espejo de
la bacinica rebalsante, flotaba el minúsculo cuerpo de un pirigüín
detenido en su metamorfosis. Era apenas una cabeza y una colita, pero
sobresalían dos patitas verdes que el niño renacuajo había logrado
formar en mi vientre desde que me tragué su larva en el micromundo
de la vida que, a pesar de todo, se peleaba a codazos el breve
espacio de su gestación.
Tercer acto:
LAS MEMORIAS DEL CARNE AMARGA
El Zanjón de la Aguada no sólo fue conocido por su
extrema pobreza, donde se enjugaba sudor de pueblo y retraso social.
También en los años cincuenta, ese pulguerío entintaba los diarios
por las noticias delictuales y la conjunción de patos malos que se
guarecían bajo sus latas. Por entonces, esa mafia punga recibía el
apodo de «pelados», de seguro por el rapado de cabeza hecho a
tijeretazos en Investigaciones, tal vez para hacerlos visibles ante
la buena sociedad y que este look produjera rechazo de escarmiento.
Pero esa estética de cabeza afeitada, en el Zanjón no provocaba
discriminación: era costumbre ver a cabros piojentos rapados al cero
para matar la plaga de bichos. Igual, en el caso de los «pelados»,
era natural verlos salir de la cana con esa apariencia de judíos
flacuchentos, barbones y calvos, liberados del exterminio. Cierta
familiaridad con el delito, producía esta sana convivencia. Porque
como en toda microsociedad, por punga que sea, existen sus leyes de
hermanaje y los «pelados» las tenían. Era una especie de catecismo
moral no cogotear jamás a un vecino del sector. Y es más, era una
obligación para ellos colaborar solidariamente en los desastres
naturales que volaban las fonolas en las noches de ventolera. Así
como sacar el agua negra que anegaba las casuchas en las
inundaciones. O apagar ese gran incendio que consumió medio Zanjón
de la Aguada, y allí los «pelados», a falta de bomberos, eran los
ángeles salvadores, acarreando baldes con agua del grifo lejano, o
rescatando guaguas chamuscadas por el fuego.
En este reducto social, donde las rucas encrespaban
el cerco mísero de Santiago, confluía un zoológico delictivo que
se nombraba según la especialidad del robo. Estaban los carteristas
a chorro que despabilaban una billetera con dedos de terciopelo y
rajaban como cohetes. También, las mujeres tenderas del centro, como
la Ñata María, una vampiresa ratera que se vestía de gran dama y
arrasaba las tiendas de lujo con su cartera de doble fondo. También
el clan de los monreros, especialistas en desvalijar casas en el
barrio alto. Y a veces llegaban de visita unos guantes
internacionales que volvían de Europa donde exportaban el arte
chileno del choreo con estilo. Como el Chute Mojón, por ejemplo, un
esbelto dandy que regresaba a la vecindad fumando habanos,
vistiendo terno blanco y sombrero al tono. Allí todo el Zanjón lo
recibía con gran fiesta y zandunga mafiosa que duraba tres días.
Los más felices eran los cabros chicos, agarrando los puñados de
monedas que el Chute Mojón les tiraba como padrino cacho. Pero
también había algunos más siniestros, como el Carne Amarga, oscuro
y perverso como pupila de chacal. Era un mago para saquear los
camiones que pasaban por Santa Rosa. El Carne Amarga era padre
soltero, tipo Kramer versus Kramer, y había ideado un truco
para detener los camiones, que conociendo los peligros del lugar,
pasaban rajados por la calle. Entonces, cuando se divisaba un
vehículo cargado con mercaderías, el Carne Amarga tiraba a su hijo
de siete años al medio de Santa Rosa y el camión se detenía con un
chirrido de frenos, ocasión que aprovechaba el delincuente para
treparse por atrás y desvalijarlo.
Y pudo ser que en alguna oportunidad el vehículo no
alcanzó a frenar y las ruedas reventaron al mocoso. Pero esto era
pan de cada día en el Zanjón de la Aguada, morían tantos niños
como perros vagos atropellados en el sector. Como también en los
allanamientos, en mitad de la noche, en la madrugada, por las balas
zumbantes que atravesaban limpiamente las mediaguas. Y al otro día,
todos los vecinos comentaban el resultado del arreo hecho por la
Brigada de Homicidios. Que anoche cayó el Chiflín, que le dieron al
Caca Negra, que por un pelo se escapó la Ñata María, que al
Tirifa, al Chicoco y al Cara de Luto se los llevaron esposados, que
al Fonola le pegaron un tunazo en la pata, pero igual arrancó por
los techos, que los ratis ladrones se llevaron un montón de cosas y
las achacaron como recuperación de especies. Y después de estas
redadas, venían semanas de vigilancia en que el Zanjón entero
dormía a sobresaltos por el temor de que volvieran los tiras con su
prepotente balacera. Los «pelados» se hacían humo por un tiempo y
algunos emigraban a La Legua o a La Victoria, donde seguían
perfeccionando delicadamente las artes malandras de su oficio.
Epílogo:
LA NOSTALGIA DE UNA DIGNIDAD TERRITORIAL
LA NOSTALGIA DE UNA DIGNIDAD TERRITORIAL
Actualmente, cuando los alcaldes hacen alarde en sus
campañas con nuevos métodos policiales para prevenir asaltos y
choreos. En estos tiempos donde la delincuencia perdió su aventura
romántica de quitarle al rico para darle al más pobre, al estilo
Robin Hood o Jesse James, quizás porque los protagonistas del robo
social son apenas unos mocosos que les arrancan la jubilación a los
abuelos cuando salen del banco. Más bien parecen lauchas ladronas,
quitándoles bicicletas a los cabros chicos y mochilas a los
escolares, ni parecidos a los chicos malos de antaño, los choros
rapiña del Zanjón, que novelaban su vida transgrediendo la brutal
desigualdad económica que retrataba sin color la radiografía humana
de aquel desnutrido paisaje.
Ahora, cuando la pobreza disfrazada por la ropa
americana ya no quiere llamarse pueblo y prefiere ocultarse bajo la
globalidad del término «gente», más plural, más despolitizada en
las encuestas que suman electrodomésticos para evaluar la repartija
del gasto social en las capas de menos ingresos. Y todo es así, para
un mejor vivir están las líneas de crédito que permiten soñar en
colores, mirando el catálogo endeudado de un bienestar a plazo. Para
mejor pasar estos tiempos, mejor rematar neuronas como espectador de
la pantalla donde el jet-set piojo se abanica con remuneraciones
millonarias, pasándolo regio, mascando una aceituna en el desfile de
modas con su ocio fashion, sacándole la lengua a la teleaudiencia
sonámbula y roticuaja que pone una olla sobre el aparato de tevé
para recibir la gotera que cae del techo roto, que suena como
monedas, que en su tintineo reiterado se confunde con el campanilleo
de las alhajas que los personajes top hacen sonar en la pantalla.
Pero al apagar el aparato, la gotera de la pobreza sigue sonando como
gotera en el eco de la cacerola vacía. Para mejor vivir la escarcha
indiferente de estos tiempos, vale dormirse soñando que el Tercer
Mundo pasó por un zapatito roto, que naufragó en la corriente del
Zanjón de la Aguada, donde un niño guarisapo nunca llegó a ser
princesa narrando la crónica de su interrumpido croar.
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Siempre he sido un enemigo del panfleto. Pero también siempre he sostenido que la política y la crítica social tienen su lugar en el arte mientras sean componentes, importantes pero no fundamentales, de la obra: lo fundamental,en una obra de arte es, indiscutiblemente, el componente estético.
De todas los autores que leí este cuatrimestre en Literatura Hispanoamericana, el que más me gustó fue Lemebel. Se trata de un escritor que hace algo muy pero muy complicado: lograr que la validez estética de su prosa equipare la intencionalidad político-social de lo que escribe y que ambos elementos, en lugar de entorpecerse uno al otro, se conjuguen y brillen con igual resplandor.
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Tuesday, September 18, 2012
Altazor (Canto II) - de Vicente Huidobro
CANTO
II
Mujer
el mundo está amueblado por tus ojos
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma
Se hace más alto el cielo en tu presencia
La tierra se prolonga de rosa en rosa
Y el aire se prolonga de paloma en paloma
Al
irte dejas una estrella en tu sitio
Dejas
caer tus luces como el barco que pasa
Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro
Mientras te sigue mi canto embrujado
Como una serpiente fiel y melancólica
Y tú vuelves la cabeza detrás de algún astro
¿Qué
combate se libra en el espacio?
Esas
lanzas de luz entre planetas
Reflejo de armaduras despiadadas
¿Qué estrella sanguinaria no quiere ceder el paso?
En dónde estás triste noctámbula
Dadora de infinito
Reflejo de armaduras despiadadas
¿Qué estrella sanguinaria no quiere ceder el paso?
En dónde estás triste noctámbula
Dadora de infinito
Que
pasea en el bosque de los sueños
Heme
aquí perdido entre mares desiertos
Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
Heme aquí en una torre de frío
Abrigado del recuerdo de tus labios marítimos
Solo como la pluma que se cae de un pájaro en la noche
Heme aquí en una torre de frío
Abrigado del recuerdo de tus labios marítimos
Del
recuerdo de tus complacencias y de tu cabellera
Luminosa y desatada como los ríos de montaña
¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez
Luminosa y desatada como los ríos de montaña
¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?
Te pregunto otra vez
El
arco de tus cejas tendido para las armas de los ojos
En
la ofensiva alada vencedora segura con orgullos de flor
Te hablan por mí las piedras aporreadas
Te hablan por mí las olas de pájaros sin cielo
Te habla por mí el color de los paisajes sin viento
Te habla por mí el rebaño de ovejas taciturnas
Te hablan por mí las piedras aporreadas
Te hablan por mí las olas de pájaros sin cielo
Te habla por mí el color de los paisajes sin viento
Te habla por mí el rebaño de ovejas taciturnas
Dormido
en tu memoria
Te habla por mí el arroyo descubierto
La yerba sobreviviente atada a la aventura
Aventura de luz y sangre de horizonte
Sin más abrigo que una flor que se apaga
Te habla por mí el arroyo descubierto
La yerba sobreviviente atada a la aventura
Aventura de luz y sangre de horizonte
Sin más abrigo que una flor que se apaga
Si
hay un poco de viento
Las
llanuras se pierden bajo tu gracia frágil
Se pierde el mundo bajo tu andar visible
Pues todo es artificio cuando tú te presentas
Con tu luz peligrosa
Se pierde el mundo bajo tu andar visible
Pues todo es artificio cuando tú te presentas
Con tu luz peligrosa
Inocente
armonía sin fatiga ni olvido
Elemento de lágrima que rueda hacia adentro
Construido de miedo altivo y de silencio
Haces dudar al tiempo
Y al cielo con instintos de infinito
Elemento de lágrima que rueda hacia adentro
Construido de miedo altivo y de silencio
Haces dudar al tiempo
Y al cielo con instintos de infinito
Lejos
de ti todo es mortal
Lanzas la agonía por la tierra humillada de noches
Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad
Lanzas la agonía por la tierra humillada de noches
Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad
He
aquí tu estrella que pasa
Con tu respiración de fatigas lejanas
Con tu respiración de fatigas lejanas
Con
tus gestos y tu modo de andar
Con el espacio magnetizado que te saluda
Que nos separa con leguas de noche
Con el espacio magnetizado que te saluda
Que nos separa con leguas de noche
Sin
embargo te advierto que estamos cosidos
A la misma estrella
A la misma estrella
Estamos
cosidos por la misma música tendida
De uno a otro
Por la misma sombra gigante agitada como árbol
Seamos ese pedazo de cielo
Ese trozo en que pasa la aventura misteriosa
De uno a otro
Por la misma sombra gigante agitada como árbol
Seamos ese pedazo de cielo
Ese trozo en que pasa la aventura misteriosa
La
aventura del planeta que estalla en pétalos de sueño
En
vano tratarías de evadirte de mi voz
Y de saltar los muros de mis alabanzas
Estamos cosidos por la misma estrella
Estás atada al ruiseñor de las lunas
Y de saltar los muros de mis alabanzas
Estamos cosidos por la misma estrella
Estás atada al ruiseñor de las lunas
Que
tiene un ritual sagrado en la garganta
Qué me importan los signos de la noche
Y la raíz y el eco funerario que tengan en mi pecho
Qué me importa el enigma luminoso
Los emblemas que alumbran el azar
Qué me importan los signos de la noche
Y la raíz y el eco funerario que tengan en mi pecho
Qué me importa el enigma luminoso
Los emblemas que alumbran el azar
Y
esas islas que viajan por el caos sin destino a mis ojos
Qué me importa ese miedo de flor en el vacío
Qué me importa el nombre de la nada
El nombre del desierto infinito
O de la voluntad o del azar que representan
Qué me importa ese miedo de flor en el vacío
Qué me importa el nombre de la nada
El nombre del desierto infinito
O de la voluntad o del azar que representan
Y
si en ese desierto cada estrella es un deseo de oasis
O banderas de presagio y de muerte
O banderas de presagio y de muerte
Tengo
una atmósfera propia en tu aliento
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas
Con su propio lenguaje de semilla
La fabulosa seguridad de tu mirada con sus constelaciones íntimas
Con su propio lenguaje de semilla
Tu
frente luminosa como un anillo de Dios
Más firme que todo en la flora del cielo
Sin torbellinos de universo que se encabrita
Como un caballo a causa de su sombra en el aire
Más firme que todo en la flora del cielo
Sin torbellinos de universo que se encabrita
Como un caballo a causa de su sombra en el aire
Te
pregunto otra vez
¿Irías
a ser muda que Dios te dio esos ojos?
Tengo
esa voz tuya para toda defensa
Esa voz que sale de ti en latidos de corazón
Esa voz en que cae la eternidad
Y se rompe en pedazos de esferas fosforescentes
Esa voz que sale de ti en latidos de corazón
Esa voz en que cae la eternidad
Y se rompe en pedazos de esferas fosforescentes
¿Qué
sería la vida si no hubieras nacido?
Un cometa sin manto muriéndose de frío
Un cometa sin manto muriéndose de frío
Te
hallé como una lágrima en un libro olvidado
Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho
Tu nombre hecho del ruido de palomas que se vuelan
Con tu nombre sensible desde antes en mi pecho
Tu nombre hecho del ruido de palomas que se vuelan
Traes
en ti el recuerdo de otras vidas más altas
De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta
De un Dios encontrado en alguna parte
Y al fondo de ti misma recuerdas que eras tú
El pájaro de antaño en la clave del poeta
Sueño
en un sueño sumergido
La
cabellera que se ata hace el día
La cabellera al desatarse hace la noche
La vida se contempla en el olvido
Sólo viven tus ojos en el mundo
El único sistema planetario sin fatiga
La cabellera al desatarse hace la noche
La vida se contempla en el olvido
Sólo viven tus ojos en el mundo
El único sistema planetario sin fatiga
Serena
piel anclada en las alturas
Ajena a toda red y estratagema
En su fuerza de luz ensimismada
Detrás de ti la vida siente miedo
Porque eres la profundidad de toda cosa
Ajena a toda red y estratagema
En su fuerza de luz ensimismada
Detrás de ti la vida siente miedo
Porque eres la profundidad de toda cosa
El
mundo deviene majestuoso cuando pasas
Se oyen caer lágrimas del cielo
Y borras en el alma adormecida
La amargura de ser vivo
Se hace liviano el orbe en las espaldas
Se oyen caer lágrimas del cielo
Y borras en el alma adormecida
La amargura de ser vivo
Se hace liviano el orbe en las espaldas
Mí alegría es oír el ruido del viento en tus cabellos
(Reconozco ese ruido desde lejos)
Cuando las barcas zozobran y el río arrastra troncos de árbol
Eres una lámpara de carne en la tormenta
Con los cabellos a todo viento
Tus
cabellos donde el sol va a buscar sus mejores sueños
Mi alegría es mirarte solitaria en el diván del mundo
Como la mano de una princesa soñolienta
Con tus ojos que evocan un piano de olores
Una bebida de paroxismos
Mi alegría es mirarte solitaria en el diván del mundo
Como la mano de una princesa soñolienta
Con tus ojos que evocan un piano de olores
Una bebida de paroxismos
Una
flor que está dejando de perfumar
Tus ojos hipnotizan la soledad
Como la rueda que sigue girando después de la catástrofe
Tus ojos hipnotizan la soledad
Como la rueda que sigue girando después de la catástrofe
Mi
alegría es mirarte cuando escuchas
Ese rayo de luz que camina hacia el fondo del agua
Ese rayo de luz que camina hacia el fondo del agua
Y
te quedas suspensa largo rato
Tantas estrellas pasadas por el harnero del mar
Nada tiene entonces semejante emoción
Ni un mástil pidiendo viento
Ni un aeroplano ciego palpando el infinito
Tantas estrellas pasadas por el harnero del mar
Nada tiene entonces semejante emoción
Ni un mástil pidiendo viento
Ni un aeroplano ciego palpando el infinito
Ni
la paloma demacrada dormida sobre un lamento
Ni el arcoiris con las alas selladas
Más bello que la parábola de un verso
La parábola tendida en puente nocturno de alma a alma
Ni el arcoiris con las alas selladas
Más bello que la parábola de un verso
La parábola tendida en puente nocturno de alma a alma
Nacida
en todos los sitios donde pongo los ojos
Con
la cabeza levantada
Y todo el cabello al viento
Eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma
Que un faro en la neblina buscando a quien salvar
Y todo el cabello al viento
Eres más hermosa que el relincho de un potro en la montaña
Que la sirena de un barco que deja escapar toda su alma
Que un faro en la neblina buscando a quien salvar
Eres
más hermosa que la golondrina atravesada por el viento
Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de admiración
Eres el ruido del mar en verano
Eres el ruido de una calle populosa llena de admiración
Mi
gloria está en tus ojos
Vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno
Vestida del lujo de tus ojos y de su brillo interno
Estoy
sentado en el rincón más sensible de tu mirada
Bajo el silencio estático de inmóviles pestañas
Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas
Bajo el silencio estático de inmóviles pestañas
Viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
Y un viento de océano ondula tus pupilas
Nada
se compara a esa leyenda de semillas que deja tu presencia
A
esa voz que busca un astro muerto que volver a la vida
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad
Tu voz hace un imperio en el espacio
Y esa mano que se levanta en ti como si fuera a colgar soles en el aire
Y ese mirar que escribe mundos en el infinito
Y esa cabeza que se dobla para escuchar un murmullo en la eternidad
Y
ese pie que es la fiesta de los caminos encadenados
Y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
Y esos párpados donde vienen a vararse las centellas del éter
Y ese beso que hincha la proa de tus labios
Y esa sonrisa como un estandarte al frente de tu vida
Y ese secreto que dirige las mareas de tu pecho
Dormido
a la sombra de tus senos
Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?
Si tú murieras
Las estrellas a pesar de su lámpara encendida
Perderían el camino
¿Qué sería del universo?
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Ya había posteado este poema antes, pero lo borré cuando suprimí temporalmente el blog.
Me repito: es el mejor poema de amor escrito hasta el día de hoy en cualquier idioma. Si todos los demás poemas de amor se perdieran pero quedara el Canto II de Altazor, no pasaría nada.
Es en cierta forma inmovilizante, porque sabés que no vas a escribir nada mejor, así que lo lógico sería no intentarlo. Pero lo lógico, también, sería no escribir y dedicarse a otra cosa, más conveniente, social y económicamente hablando. Así que así estamos con las elecciones lógicas.
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Saturday, September 01, 2012
Un par de golpazos
1.-Las palmaditas en el hombro le son tan útiles a un
artista como un par de anteojos a un ciego. Las verdaderas críticas son las
despiadadas. Si sabés encajar el golpe, es lo único que sirve. Las críticas
constructivas despiadadas, claro. No simplemente “eso que hiciste es un
porquería”, ni siquiera con razones, “eso que hiciste es una porquería por X
motivo”, sino con opciones y proyección, “eso que hiciste es un porquería, pero
por ahí, en una de esas, si encarás por tal o cual lado, si probás tal o tal
variante, puede andar”. Por suerte, he encontrado un grupo de gente que hace
precisamente ese tipo de crítica útil y -si querés mejorar- necesaria.
Lo que he sacado en claro de las opiniones de los demás
respecto a lo que escribo es que:
a) sobreexplico las cosas,
b) sermoneo o intento mostrar mi punto de vista personal en
detrimento de los actos y las ideas de los personajes (me meto como autor, en
una palabra), y
c) escribo de una forma hiperracional.
Las dos primeras son sin duda errores. La tercera, según mi
opinión, es una inevitablidad: yo vivo de una forma hiperracional, vivo en mi
cabeza, me interesa entender las cosas antes que experimentarlas, así que sería
muy raro que pudiese escribir de otra manera. Pero, como ya dije, las dos primeras
son gruesos errores.
El tema de la sobreexplicar se soluciona de manera por demás
sencilla: lapicera roja, tecla de delete, elegir de todas las explicaciones
repetidas la que sea más completa, reducir diez páginas a nueve u ocho, y a
otra cosa. El segundo error es el que me molesta, me jode y me sorprende. Sobre
todo porque lo veo mucho y lo critico mucho en otros y no tenía idea de que yo
también lo cometía. Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio,
diría alguna persona religiosa.
Me lo marcaron con una frase de esas que, para transmitir la
dureza justa, tienen que obviar los buenos modales. Fue, creo que textualmente:
“Ese es el autor metiéndose, a nadie le importa un carajo lo que opina el
autor, lo que importa es lo que piensan y lo que hacen los personajes”. Y
mientras lo escuchaba me corría un frío por la médula espinal. Porque es
totalmente cierto, sin pizca de duda o de atenuantes. Si, como autor, querés
dar opiniones, escribí un ensayo o una carta de lectores al diario. Si estás escribiendo
un relato, centrate en los personajes y borrate como autor, convertite en
narrador, que no es más que la herramienta textual que el relato se ve obligada
a utilizar para contarse a sí mismo. Porque cuando escribís un relato a nadie
le importa un carajo cómo vos, autor, ves el mundo, lo que importa es cómo lo
ven los personajes, cómo eso repercute ellos y cómo reaccionan frente a ese
mundo al que sólo pueden conocer a través de la manera en que los afecta. Como
en la vida.
2.-El segundo sacudón ocurrió hace unos meses pero lo estoy
capitalizando ahora: estoy escribiendo sonetos. Así es: so-ne-tos. Dos
cuartetos y dos tercetos endecasílabos con rima consonante. Poesía medida y
rimada. Algo que no hacía desde que el número que representa mi edad comenzaba
con un uno en el lugar de la decena. Años y años. Lo consideraba algo pasado,
algo adolescente. ¿Por qué volví a ese tipo de poesía? Porque era necesario. Y
porque me dieron otro uppercut en el mentón y me dejaron de espalda en el
suelo.
Tengo la teoría de que, para mi generación, la poesía con
métrica y rima se siente como un emprendimiento adolescente porque hacemos una
equiparación errónea entre lírica y poesía reglada. Es decir, asociamos la
métrica y la rima con los poemas de amor, y a los poemas de amor con la
adolescencia, entonces pasar al verso libre se siente como ponerse los
pantalones largos y la poesía reglada queda relegada al pasado, como algo
jocoso, como una burla que nos hacemos a nosotros mismos: “¿te acordás cuándo
escribía esos poemas donde todos los versos terminaban en -ar o en -endo?”
El golpazo, el cimbronazo, fue en las clases de literatura
española, donde se dejó muy claro que en la Edad Media y el renacimiento, a
ningún artistas se le ocurría ponerse a escribir antes de dominar todas las
herramientas de su arte. No se vale decir “escribir con métrica y rima es una
boludez, entonces no lo hago”, lo que valdría sería decir “ya me harté de la
métrica y la rima, ya lo manejo tanto que te puedo inventar un soneto mientras
lo pronuncio, ya me aburrió por lo fácil que me resulta, entonces paso a otra
cosa”. Y, por supuesto, eso no pasa para nada en mi caso. Escribir poesía según
ciertas reglas se me hace trabajoso y me cuesta mucho, y por eso precisamente
lo tengo que hacer.
Me hace acordar a la película Anónimo, cuando Ben Johnson y
los demás escritores de Londres no pueden entender que alguien haya podido
escribir toda una tragedia completa en pentámetro yámbico, y lo racionalizan
diciendo “Yo podría hacerlo... pero nunca lo intenté”. Cuando llegás a ese
punto, lo único que te queda es intentarlo o callarte la puta boca.
3.-Todo se relaciona en realidad con la música. Hace como un
año, o más tal vez, que tengo que escribir letras para la banda de mi hermano
(sea la que sea hoy en día). Y he encontrado que tal cosa me resulta casi
imposible, porque no manejo las rimas y tengo apenas una noción mínima del
ritmo y los procedimientos poéticos como la anáfora, la repetición, el
paralelismo, que son básicas para estructurar el ritmo interno de la letra de
una canción. Esa imposibilidad, esa carencia, sumada a la llamada de atención
que fue compararme a mí mismo con artistas de tiempos pasados que a mi edad ya
habían leído todo lo que había que leer y dominaban su arte con los ojos
cerrados, fue lo que me llevó a revalorizar la poesía reglada. Sin esas cosas,
ambas, seguiría riéndome de los sonetos. Pero el que daría risa sería yo.
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Monday, August 13, 2012
Copiar del original
Cuando fcf tenía 16 años y quería ser dibujante y estaba muy
al pedo, se metía en el baño de su casa, se miraba en el espejo del botiquín y
hacía cosas como estas:
Varias cosas (aparentemente) inconexas
1.-Hace unas semanas fui a un cumpleaños de quince de la
nena de una familia conocida. Estuvo lindo, que sé yo. Se notó mucho que la
música nos excluía a los mayores de, ponele, 20 años. Yo ya tengo 34 y los
imperativos generacionales no se pueden soslayar. Uno trata de ponerle pilas
(porque al fin y al cabo te invitan para ser parte de la fiesta, para llevar la
fiesta adelante), participar, aplaudir, bailar. Y al principio pude. A mí, como
a todos los de mi edad, me ponen cuarteto, me ponen a Rodrigo, y bailo. Y sin
siquiera estar borracho. O me ponen los temas que bailaba a los 15 años en los
asaltos con mis amigos y bailo. Pero con la cumbia de ahora, no hay caso.
Detesto a los Wachiturros y a todos los que se les parecen. E incluso no son
los peores. Y no sólo porque la música es mala sino porque las letras son
nocivas. Se quejan cuando les llaman transmisores de apología (en el sentido
legal, no hablo de Platón), pero es la verdad. Y lo peor es que tampoco se diferencia
mucho del rock que se puede encontrar hoy en día. No sé cuál es realmente la
diferencia entre la letra de un tema de cumbia villera y un tema de, ponele,
Viejas Locas, Pier o La 25 (si es que siguen en activo, no sé, la verdad).
¿Dónde quedaron las buenas bandas de rock? ¿Cuál es el relevo de los Redondos,
de Soda Stereo, de los Cadillacs, de A77aque cuando estaba Pertussi, de Los
Violadores, de Sumo (y no digan en Las pelotas y Divididos porque me quedo seco
de un ataque de risa acá mismo), de tipos que te podían contar una historia o
poner en una letra sus lecturas, sus posturas filosóficas ante la vida, sus
reinterpretaciones de otros géneros y cantar eso sobre un buen riff? ¿Dónde
está le relevo de lo que eran y hacían Charly García, Andrés Calamaro y Fito
Páez antes de empezar a dar pena? No existe. Y es una porquería no tener esa
opción más que en el recuerdo. Siempre lo he dicho: me gusta el rock porque
tiene ética y estética. Cando Cristian Aldana gritó en Contagiándonos... “La
cumbia es una mierda” decía la verdad. Después el Inadi o algo por el estilo lo
hizo retractarse pero ¿por qué tenés que retractarte de la verdad? ¿Estamos en
la época de la inquisición? ¿O acaso la lógica de los diez mil millones de
moscas es ley divina? La cumbia es una mierda y me violenta ver a chicos de 15
años bailándola y tocándola (porque, de yapa, al final del cumpleaños, hubo
cumbia en vivo, porque decir música en vivo tratándose de cumbia sería ser
inexacto como mínimo).
2.-Un par de días después hablé con un familiar de una
paciente en el laburo. No suelo hacer eso porque suelo arrepentirme. Con en
este mismísimo caso. El hombre, muy orgulloso, me contaba cómo, cuando otros
nenes iban a buscar a sus hijos para jugar, los echaba y cómo enviaba a sus
hijos los sábados a la mañana a una escuela de gendarmería, algo parecido a los
boy-scouts pero militar. Yo debo estar mejorando mi cara de poker porque el
señor seguía y seguía hablando sin reparar en mi desagrado respecto a lo que me
contaba, a su idea de que ser padre es dejar a sus hijos en manos de milicos
que les enseñen a “tener las uñas y el pelo corto, ser puntuales, obedecer, no
andar tatuados o con aritos”, etc. Yo quiero que mis hijos sean felices, no que
me hagan caso en todo, y menos que se cuadren en frente mío como si estuvieran
en la colimba y mi papel como padre fuera hacerlos bailar. Y menos todavía me
cabe que le entregues tus hijos a otro, quien sea, que les enseñe moral o
normas de conducta: ¿cuál es tu puto papel como padre si le dejás eso a otro? Ser
padre es llevar un balance (muy jodido de alcanzar con precisión) entre dar
amor y enseñar conductas, entre dar confianza en la individualidad y enseñar a
vivir en sociedad, ambas cosas, no podés dejar la mitad en manos de otro.
3.-Peeeeeeeeeeeeeeero... por más que quiera que mis hijos
tomen sus propias decisiones, si el día de mañana uno de ellos se metiera en un
grupo de cumbia en lugar de armarse una banda de rock o de punk, me sentiría
muy mal. Conmigo. No me enojaría con ellos: me enojaría conmigo por haber
fallado en algo y haber fallado muy feo. Porque uno quiere que sus hijos sean
libres y felices peeeeeeeeeero eligiendo algo que nos gusta y que valoramos y
que nos parece importante y constructivo (y ninguna de esas características se
aplica a la cumbia desde mi punto de vista). Tampoco espero que todo el mundo
lo entienda, tampoco espero que a todo el mundo un género musical le dispare
ideas acerca de cómo criar a un hijo, pero yo, por lo general, parto del punto
a y es muy difícil que termine en el punto b, por lo general me voy al carajo,
mucho más lejos.
4.-Por ejemplo, tengo que decir que estoy de acuerdo con el
padre del punto 2 en que estoy en contra de los tatuajes y los piercings pero
no porque se vean mal o porque la gente decente no hace esas cosas, sino porque
son conductas que están vaciadas de sentido. Hay culturas en las cuales los
tatuajes y demás marcas corporales tienen, dicen o significan algo, acá, ahora,
no sucede eso, los tatuajes y piercings son, como mucho, un intento de inscribirse
dentro de un subgrupo social determinado, como tener tal peinado o tal ropa o
escuchar tal música, o, si intentan darle un sentido, suele ser desde el
desconocimiento casi absoluto (como cuando Sheldon de TBBT le pregunta a Penny
por qué se tatuó el kanji de “sopa” en la cola y ella le responde que no, que
esa letra -ese ideograma, en realidad- significa “valor”).
5.-Me pasa algo parecido con los nombres. Mis hijos se
llaman Lucía Camila y Santiago Emanuel, sin haches, sin i-griegas, sin ese-haches
o cualquier otra boludez. No son nombres yankis ni nombres inventados para
hacerme el original. Tampoco nombres mapuches o de alguna otra vertiente
autóctona. Odio todo eso. Odio que las personas de clase baja le pongan
orgullosos nombres yankis a sus hijos como si eso los acercara la país que
tiene tanta responsabilidad en el hecho de que ellos se caguen de hambre. Odio
que tipos que si se cruzan a un mapuche por la calle se pasan a la otra vereda
le pongan a sus hijos Nehuén o Ailín. Cuando creía que mi abuelo materno
descendía de araucanos me planteé ponerle un nombre indígena a alguno de mis
nenes, pero cuando me enteré que nada que ver lo descarté porque es otra forma
de impostación, de moda o de ponerse del lado de los “buenos”, de los “nobles”
(¿se nota que odio esas actitudes, no?), muy parecida a las frases del tipo
“uno de mis mejores amigos es judío/negro/homosexual” o lo que sea: “está todo
bien con los indígenas, de hecho, le puse un nombre mapuche a uno de mis
hijos”; me imagino a alguien diciendo eso mientras recibe un mail confirmando
su compra de un terrenito en la cordillera que antes era una reserva y ahora se
lotea “para los amigos”.
6.-¿Estoy orgulloso de ser descendiente de españoles? No.
Tampoco me avergüenzo. Es algo que no tiene nada que ver conmigo. Es algo que
simplemente pasó, o pasa. ¿Estoy orgulloso de ser argentino? No, la verdad.
Menos todavía en estas últimas semanas, cuando gracias a los Juegos Olímpicos
tengo que aguantar ver por televisión a un ser despreciable como Maradona
haciendo su negocio, llevando al rebaño de la nariz, vendiéndole cosas con la
excusa de defender la nacionalidad y demostrando que nunca ha existido el
patriotismo sino sólo el patrioterismo. ¿Qué siento acerca de Argentina? Una
gran felicidad de vivir acá, pero por cuestiones fácticas, no saco ninguna
conclusión moral o relacionada con mi propio valor como ser humano del lugar en
que nací. Soy feliz por vivir en un lugar cuyos mayores peligros (al menos del
'83 para acá) son la devaluación y la inseguridad, que, comparado con las
hambrunas de ciertos países de África o las guerras permanentes de ciertos
países de Medio Oriente, es un paraíso en la tierra. Nada más.
7.-Otra charla, con un médico, una persona mayor a la que le
tengo mucho respeto intelectual, pero que está vez creo que se equivocó. Cuando
le presenté mi teoría acerca de la argentinidad repitió esa famosa frase de que
lo único malo de Argentina son los argentinos, cosa con la que tampoco estoy de
acuerdo porque si tu lugar de nacimiento no te hace mejor que nadie, por simple
lógica, tampoco puede hacerte peor que nadie. Además, y esa fue mi respuesta y
con eso lo dejé sin réplica, tanto el hambre como las guerras son acciones
humanas, decisiones humanas, no es que se juntan las nubes y llueve hambre o
llueve guerra, hay seres humanos detrás de esas catástrofes y, si lo pensamos
un poco, personas que se dedican a hambrear a sus congéneres y a desatar
guerras por ego o codicia no deben ser mejores que nosotros y nuestros
coterráneos.
8.-Y juntando todo (la música, la argentinidad, el arte en
general, las ilusiones de pertenencia, etc.), hay muchas cosas que nos vemos
casi obligados a valorar, artísticamente hablando, porque son, por ejemplo, una
forma de expresión de las clases bajas, por intencionalidad moral o su
finalidad social (como la murga, ponele), y está muy mal visto por la ¿mayoría?
bienpensante que digas en voz alta que, en el arte lo malo es malo, que en el
arte la intención no cuenta. Solamente un idiota podría decir que, artísticamente
hablando, la murga es mejor o más bella que el ballet. Sus funciones sociales
son totalmente distintas y hasta antagónicas, de hecho el ballet puede no tener
función social alguna y puede ser usada como impostación, como ilusión de
pertenencia a clases socioeconómicas superiores, pero como arte en sí, como
actividad productora y comunicadora de belleza estética, no tienen comparación.
Me hace recordar a un documental que vi en I-Sat (ojo con los documentales de
I-Sat, que hay cosas buenísimas) que hablaba del ascenso y caída del brit-pop y
decía que en Inglaterra la gente prefiere a Oasis sobre Blur porque los
integrantes de Blur eran “nenes bien” y los de Oasis de clase trabajadora,
cuando estéticamente tampoco hay comparación: Blur hace música (en el sentido
en que los Beatles hacían música, sin ceñirse a un género específico), casi no
tienen dos canciones parecidas, mientras Oasis tiene un solo tema largo cortado
en cuatro discos. Es como si acá algún imbécil dijera que la Mancha de Rolando
y la Bersuit son mejores que Soda Stereo y los Redondos por el solo hecho de
alinearse en el palo de la argentinidad recalcitrante. Y de hecho debe haber
algún imbécil que lo diga. O varios.
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Tuesday, July 31, 2012
Virales
Pasé todo el día con cosas que pusieron en mi cabeza y que
no deberían estar ahí, al punto en que no pude dormir y tengo una sensación de
inquietud cercana a la desesperación. Precisamente por eso voy a cortar la
cadena acá y no seguir esparciendo esas imágenes. Tal vez las vean, pero no
será mi responsabilidad.
Hay una enseñanza detrás de esto, sacada a medias con mi
hermana Ariadna (o copiada de ella, en realidad): si de verdad hay un demonio,
una fuerza del mal absoluta, un grupo de vampiros alienígenas que se alimentan
de nuestras emociones negativas, como sea que lo nombres y cómo sea que lo
imagines, lo mejor que podemos hacer es no tener emociones negativas (tristeza,
rabia, envidia, codicia), eliminarlas en la medida de nuestras posibilidades.
Eso es hacer guerra de guerrillas: herirlos con nuestra bondad y nuestra
felicidad pequeñita, hacer todo lo posible para que nuestro círculo inmediato,
nuestros seres queridos, sean felices y, aunque así esas “cosas” no sean menos
poderosas, provocar al menos que la cuota de poder que podrían sacar de
nosotros les falte, negársela.
Nuestras única arma, o tal vez nuestro único escudo, es la
cantidad de bondad que podamos generar y de felicidad que podamos tener dentro.
Así de pelotudo como puede sonar.
No sé si eso es la verdad, pero es la verdad que yo elijo.
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Va de películas
Como en estos últimos meses he leído muy poco, casi nada que
no sea lo que me piden en la universidad, no hay mucho para comentar y
criticar, pero he estado viendo muchas películas. Hago un recuento rápido:
50/50
Buenísima, una de las dos o tres mejores películas que vi en
lo que va del año. Joseph-Gordon Levitt y Seth Rogen son una garantía (algún
día voy a hablar de las pocas comedias que me gustan, un par de ellas con Seth
Rogen). El guión es muy bueno y me hace acordar a lo que estoy estudiando en
Literatura Española porque no es una tragedia ni una comedia, es una
tragicomedia en toda regla, mezcla de ambas cosas (como diría Fernando de
Rojas), o un retrato de lo que sucede en la vida misma (como diría Lope de
Vega).
Párrafo aparte (por eso cambio de párrafo) para Anna
Kendrick, que hace un personaje adorable en el sentido absoluto de la palabra.
Ya a mitad de película lo único que te preguntás es si tendrá una hermana,
porque querés que se quede con Joseph-Gordon Levitt pero al mismo tiempo querés
una igualita para vos.
Es la historia de un chico de 27 años a quien le
diagnostican cáncer, un cáncer jodido. Y te reís a carcajadas la mitad de la
película. Lo dicho: una tragicomedia en toda regla.
Atando cabos (The shipping news)
Película rara. La vi en tres partes, cuando llegaba a la
mañana del laburo. La tengo hace años pero nunca la había visto hasta ahora. Lo
más parecido a una definición que puedo dar, a una de esas mezclas
hollywoodenses que definen una trama uniendo dos conceptos (tal cosa meets tal
otra) sería: Cien años de soledad en Alaska.
Acá también hay actores que son garantía de calidad: Kevin
Spacey, Julianne Moore, Pete Posthelewite. Está Judi Dench, pero con Judi Dench
me pasa algo raro: cuando la veo se me aparece en la mente la reina de
Inglaterra de Shakespeare Apasionado y no puedo sacarmela de la cabeza, no le
creo otro papel. No debe pasarle a todo el mundo, porque la señora ha hecho mil
películas después de esa, pero a mí me la arruinó como actriz.
John Carter, entre dos mundos
Buenos efectos especiales. Buenas actuaciones; no
descollantes, pero tampoco es para vomitar. Un par de conceptos copados. Pero
muy dispersa, muy “en el aire”, o sea, sin una compenetración real con los
personajes, a nivel humano, lo que provoca que, con tanto discurso explciativo,
tanta referencia a ciudades marcianas con nombres raros y gobernantes con
nombres raros peleándose entre sí, te lleve al borde de la falta total de
interés.
Dos momentos copados: el final, que me hizo acordar mucho a
Haz que el tiempo se detenga, película romántica de los 80s con Christopher
Reeve, más conocido como el mejor Superman del cine (aunque en ese caso la
amada estaba en el pasado y no en otro planeta); y cuando John Carter recuerda
la muerte de su esposa e hija mientras usa esa rabia para destrozar un ejército
marciano (aunque uno se pregunta para qué tanto recuerdo si al final se va a
quedar con Dejah Toris).
Sherlock Holmes, Juego de sombras
Sigue la regla básica de las secuelas: más. Más personajes,
más acción, más tiros, un plan maligno más ambicioso. Y, por desgracia, más
humor. Es como Arma mortal 4, donde los chistes opacaban por completo a la
acción. Y eso no me gusta mucho. Parece como si el argumento, los enigmas,
todo, fueran meras excusas para mechar chistes. Y no demasiado buenos. El único
“más” que le faltó a Guy Ritchie fue más efectividad a la hora de hacer reír,
si es que lo que pretendió fue hacer una comedia. Y sino, debería haber bajado
un cambio con el humor.
Para rescatar: muy buen uso del pensamiento anticipado de
Holmes, que se mostraba un par de veces en la primera película. Acá se hace lo
que se debe hacer en estos casos, cuando la fórmula ya está probada: torcerla,
modificarla, mostrar otras aristas. Dos de los mejores momentos de la película
se dan cuando sucede precisamente eso.
Jude Law la descose, y Robert Downey Jr. demuestra que ya no
le queda dignidad por perder en lo que se refiere a compenetrarse con un
personaje. Eso sí: el villano anterior, interpretado por Mark Strong, tenía
diez veces más personalidad que este Moriarty. Una pena.
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