Monday, February 09, 2009

Agradecimiento

Es raro lo personal, y hasta cierto punto íntimo, que se está volviendo este blog para mí, siendo que la intención que tenía cuando lo abrí era sobre todo, y casi exclusivamente, colgar reseñas acerca de artistas de comics y escritores que me gustan, y también obras mías, para compartirlas. Nada más.

Una vez dicho eso, anoche falleció alguien a quien le debía un favor, un agradecimiento. La persona que de alguna forma fue la que habló para permitir que entrara a trabajar en el lugar que me da de comer hace casi trece años. Y lo hizo no por mí sino por mi viejo.

Mi papá era una persona muy simple. Estoy leyendo a Dostoievski y la misma simpleza que él veía en el pueblo ruso y que según él estaba destinada a salvar al mundo, es el tipo de simpleza que tenía mi viejo. No era ignorancia o lentitud para pensar, tampoco candidez estúpida. Además, el simple hecho de haber tenido una enfermedad mental como la depresión implica que su mente no era algo estático y fácil de comprender sino todo lo contrario, que en su cabeza existían abismos y complejidades importantes. Creo que a lo que voy es a que mi viejo (como mi mamá) no vivía para la maldad, no pensaba en esa clave, en ese registro. Si hay algo que quiero aprehender y conservar de mis viejos es eso. Pero además, mi viejo no salía de su lugar social, no esperaba escalar sobre las cabezas de otros. Ya ni siquiera esperaba mejoras para él sino para nosotros, sus hijos.
Me acuerdo que el día en que hice mi entrevista de trabajo y me dijeron que empezaba el lunes siguiente, papá estaba feliz. Siempre repetía que no quería que sus hijos trabajaran en el aserradero o el galpón, a la intemperie, muriéndose de frío en invierno y de calor en verano. Trabajar bajo techo era una especie de paraíso para él. Que su hijo laburara bajo techo era tocar el cielo. A eso me refiero con simpleza, creo.

El tema es que esa felicidad de papá se la debo a alguien que acaba de morir y a quién nunca se lo agradecí. Pensaba hacerlo el día que dejara de trabajar en la clínica (la idea fue siempre que se trataba de un trabajo temporal, para mantenerme cuatro años mientras terminaba mi carrera, pero acá estoy, más de una década después), charlar, llevarle un buen vino de regalo, algo así. Hace un par de meses, cuando le dio un ataque y le descubrieron un tumor, pensé en ir a verlo cuando se mejorara, pero fue en picada demasiado pronto. Las tres últimas veces que lo vi (lo llevé en silla de ruedas hasta la guardia) creo que ni siquiera pudo fijar la vista en mí, que ni siquiera sabía quién o qué era yo. Y ahora ya no habrán más oportunidades.
Una culpa más. Estoy acostumbrado a cargarlas, por errores que cometí o por aciertos que dejé de lado. Ya casi no me pesan. Me las coloco una por vez sobre cada hombro para balancearlas.
No tiene sentido que ahora le agradezca a su familia. Era a él o a nadie.
¿Por qué lo cuelgo en el blog? Porque internet es lo más parecido que tenemos a un dios: está en todos lados y en ninguno, lo contiene todo, lo sabe todo, pero no hace nada para ayudarnos, atesora cosas que tenemos que ir directamente a buscar, sabiendo exactamente lo que buscamos, de otra forma no nos sirve de nada.
Este post es una plegaria que le dirijo a lo más parecido a dios que puedo encontrar.

1 comment:

Anonymous said...

Muy buena reflexión, coincido con vos en lo de la simpleza de la gente, de Dostoievski.
Me encanta el párrafo en que hablas de tu viejo.

Un abrazo
Velcha