Monday, November 24, 2008

All Star Superman de Grant Morrison


La razón de que no postee tan seguido ahora es que me sacaron internet en el laburo. Eso debería estar penado por las asociaciones de derechos humanos. Pero, bueno...

Hoy les quiero hablar de All Star Superman, una de las pocas series (junto con Planetary, de Warren Ellis y Promethea, de Alan Moore), que he seguido en formato escaneado y bajado del e-mule. En inglés, de yapa. Pero la molestia de las palabras que no entiendo se compensa y se sobrepasa por la genialidades que sí puedo captar.

All Star Superman es la serie donde Grant Morrison creó a su Superman definitivo, donde se propuso destilar la esencia del superhéroe (de todos los superhéroes, ya que Superman es el primero y el que encarna la quintaesencia del género completo), volviendo a las raíces de versiones anteriores pero siendo fiel también a esa costumbre tan morrisoniana de poner diez ideas copadas por página, que tranquilamente podrían dar pie a arcos argumentales o incluso a series enteras. Lo mejor de lo clásico y de la vanguardia en un misma maxiserie de 12 números.
Grant Morrison es uno de mis ídolos, no sólo por su trabajo sino también por sus ideas y declaraciones. Ya sabía que All Star Superman iba a ser genial. Al parecer algunas personas quedaron sorprendidas por la calidad de la serie, pero para mí era muy claro que, si querés una historia icónica donde los superhéroes sean una metáfora de los dioses que representan lo mejor de la humanidad, él era el indicado para guionizarla. Estamos hablando de un tipo que hace magia, que tomó miles de drogas para expandir su conciencia, se recreó a sí mismo como la mayor estrella-pop del mundillo de la historieta y no le tiene miedo al ridículo, por lo cual puede decir lo que se le ocurra.
Les quería hablar sobre todo de una idea que aparece en el capítulo final de la serie, una idea que ya había leído en boca de Morrison en una larga entrevista que está en otra parte del blog: una vez él dijo “estamos todos dibujados sobre la misma hoja, ¿por qué querríamos prenderle fuego al papel?”. Y acá, en el climax de la historia, Lex Luthor cae víctima de esa noción. Le ha robado los poderes a Superman y trata de matarlo, pero resulta abrumado por la forma en que ve el mundo su enemigo. Morrison nos muestra que la esencia de Superman (del héroe de nuestros tiempos) no está en la verdad, la justicia y el american way of life, como muchos otros guionistas puntualizan con mayor o menor suerte, con mayor o menor patrioterismo. La esencia de este héroe/dios bondadoso está en que ve la tela de la realidad, donde todos somos hilos que forman una misma trama. No se trata de un extraterrestre estupidizado por la crianza de los campesinos chapados a la antigua que lo encontraron. No es naive ni su resistencia a dominar el mundo es falta de ambición. Es simplemente que él ve por qué esa forma de pensar no tiene sentido, ve que no podés dominar nada si no te dominás a vos mismo, si no dominás tus pensamientos (ya que todo está hecho de pensamiento, una de las doctrinas fundamentales del hermetismo, la teosofía y otras ramas de espiritualidad silenciadas por el cristianismo).
Superman ve y sabe que somos todos la misma cosa y que, por eso, actuar contra los demás es autodestruirnos.
No creo que en ninguna otra obra literaria actual haya un mensaje tan significativo y esperanzador. Morrison nos dice que, cuando logremos ser dioses, no va a quedarnos otra opción que la bondad. Y si después de leer ese mensaje alguien puede decir que la historieta de superhéroes es estúpida y superficial, puede irse a mirar Showmatch, Intrusos y El muro infernal, y atragantarse con su propia imbecilidad.