Tuesday, July 31, 2012

Virales


Pasé todo el día con cosas que pusieron en mi cabeza y que no deberían estar ahí, al punto en que no pude dormir y tengo una sensación de inquietud cercana a la desesperación. Precisamente por eso voy a cortar la cadena acá y no seguir esparciendo esas imágenes. Tal vez las vean, pero no será mi responsabilidad.
Hay una enseñanza detrás de esto, sacada a medias con mi hermana Ariadna (o copiada de ella, en realidad): si de verdad hay un demonio, una fuerza del mal absoluta, un grupo de vampiros alienígenas que se alimentan de nuestras emociones negativas, como sea que lo nombres y cómo sea que lo imagines, lo mejor que podemos hacer es no tener emociones negativas (tristeza, rabia, envidia, codicia), eliminarlas en la medida de nuestras posibilidades. Eso es hacer guerra de guerrillas: herirlos con nuestra bondad y nuestra felicidad pequeñita, hacer todo lo posible para que nuestro círculo inmediato, nuestros seres queridos, sean felices y, aunque así esas “cosas” no sean menos poderosas, provocar al menos que la cuota de poder que podrían sacar de nosotros les falte, negársela.
Nuestras única arma, o tal vez nuestro único escudo, es la cantidad de bondad que podamos generar y de felicidad que podamos tener dentro. Así de pelotudo como puede sonar.
No sé si eso es la verdad, pero es la verdad que yo elijo.


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Va de películas


Como en estos últimos meses he leído muy poco, casi nada que no sea lo que me piden en la universidad, no hay mucho para comentar y criticar, pero he estado viendo muchas películas. Hago un recuento rápido:

50/50
Buenísima, una de las dos o tres mejores películas que vi en lo que va del año. Joseph-Gordon Levitt y Seth Rogen son una garantía (algún día voy a hablar de las pocas comedias que me gustan, un par de ellas con Seth Rogen). El guión es muy bueno y me hace acordar a lo que estoy estudiando en Literatura Española porque no es una tragedia ni una comedia, es una tragicomedia en toda regla, mezcla de ambas cosas (como diría Fernando de Rojas), o un retrato de lo que sucede en la vida misma (como diría Lope de Vega).
Párrafo aparte (por eso cambio de párrafo) para Anna Kendrick, que hace un personaje adorable en el sentido absoluto de la palabra. Ya a mitad de película lo único que te preguntás es si tendrá una hermana, porque querés que se quede con Joseph-Gordon Levitt pero al mismo tiempo querés una igualita para vos.
Es la historia de un chico de 27 años a quien le diagnostican cáncer, un cáncer jodido. Y te reís a carcajadas la mitad de la película. Lo dicho: una tragicomedia en toda regla.

Atando cabos (The shipping news)
Película rara. La vi en tres partes, cuando llegaba a la mañana del laburo. La tengo hace años pero nunca la había visto hasta ahora. Lo más parecido a una definición que puedo dar, a una de esas mezclas hollywoodenses que definen una trama uniendo dos conceptos (tal cosa meets tal otra) sería: Cien años de soledad en Alaska.
Acá también hay actores que son garantía de calidad: Kevin Spacey, Julianne Moore, Pete Posthelewite. Está Judi Dench, pero con Judi Dench me pasa algo raro: cuando la veo se me aparece en la mente la reina de Inglaterra de Shakespeare Apasionado y no puedo sacarmela de la cabeza, no le creo otro papel. No debe pasarle a todo el mundo, porque la señora ha hecho mil películas después de esa, pero a mí me la arruinó como actriz.

John Carter, entre dos mundos
Buenos efectos especiales. Buenas actuaciones; no descollantes, pero tampoco es para vomitar. Un par de conceptos copados. Pero muy dispersa, muy “en el aire”, o sea, sin una compenetración real con los personajes, a nivel humano, lo que provoca que, con tanto discurso explciativo, tanta referencia a ciudades marcianas con nombres raros y gobernantes con nombres raros peleándose entre sí, te lleve al borde de la falta total de interés.
Dos momentos copados: el final, que me hizo acordar mucho a Haz que el tiempo se detenga, película romántica de los 80s con Christopher Reeve, más conocido como el mejor Superman del cine (aunque en ese caso la amada estaba en el pasado y no en otro planeta); y cuando John Carter recuerda la muerte de su esposa e hija mientras usa esa rabia para destrozar un ejército marciano (aunque uno se pregunta para qué tanto recuerdo si al final se va a quedar con Dejah Toris).

Sherlock Holmes, Juego de sombras
Sigue la regla básica de las secuelas: más. Más personajes, más acción, más tiros, un plan maligno más ambicioso. Y, por desgracia, más humor. Es como Arma mortal 4, donde los chistes opacaban por completo a la acción. Y eso no me gusta mucho. Parece como si el argumento, los enigmas, todo, fueran meras excusas para mechar chistes. Y no demasiado buenos. El único “más” que le faltó a Guy Ritchie fue más efectividad a la hora de hacer reír, si es que lo que pretendió fue hacer una comedia. Y sino, debería haber bajado un cambio con el humor.
Para rescatar: muy buen uso del pensamiento anticipado de Holmes, que se mostraba un par de veces en la primera película. Acá se hace lo que se debe hacer en estos casos, cuando la fórmula ya está probada: torcerla, modificarla, mostrar otras aristas. Dos de los mejores momentos de la película se dan cuando sucede precisamente eso.
Jude Law la descose, y Robert Downey Jr. demuestra que ya no le queda dignidad por perder en lo que se refiere a compenetrarse con un personaje. Eso sí: el villano anterior, interpretado por Mark Strong, tenía diez veces más personalidad que este Moriarty. Una pena.


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Saturday, July 28, 2012

Batman: El caballero de la noche asciende - de Christopher Nolan


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Acabo de ver el cierre de la trilogía de Batman de Christopher Nolan.
Me emocionó a todos los niveles imaginables.
Estuve a punto de llorar un par de veces, pero ni de tristeza ni de felicidad sino de emoción.
Dudo que alguien que no ame a la idea del héroe (el super- es un agregado) lo entienda, pero igual les puede parecer una muy buena película.

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Saturday, July 21, 2012

El día del Jucio – de Alan Moore


Compré (bastante caro) un tomo de Recerca y Aleta que recopila la miniserie Jurgement Day de Alan Moore, Rob Liefeld y otros. Fue una decisión difícl, no sólo por el precio sino porque, por un lado, es un guión de Alan Moore y, por el otro, son dibujos de Rob Liefeld. Es como si te dieran a probar el vino más exquisito del mundo en una copa hecha de moco solidificado... si me perdonan la imagen mental.
Pero Alan Moore es Alan Moore y además en internet me fijé que ahora el tomo está todavía más caro que hace un mes, cuando lo vi por primera vez, así que era una de esas cosas de ahora-o-nunca.
Por ahora llevo leído sólo el primer capítulo y no es una genialidad ni nada parecido, pero lo que me pegó fue el título. Uno está acostumbrado que El Día del Juicio sea una metáfora que refiere al Juicio Final, al Fin del Mundo, pero Alan Moore pega el volantazo menos pensado y el Día del Jucio es simplemente el día del jucio, es el día en que se lleva a cabo el primer jucio por asesinato a un superhéroe del universo Awesome, el universo de una de tantas editoriales que Liefel llevó a la ruina. Y eso es buienísimo. Lo que Moore hace con el nombre, quiero decir. Y que las editoriales de Liefeld terminen en la ruina también, dicho sea de paso.
Me refiero a que las metáforas se fosilizan mucho más rápido que los huesos de dinosaurios, después de un par de lustros ya pierden su cualidad poética, son un signo lingüístico más, con la misma monovalencia que cualquier palabra del idioma. Entonces muchos pretender devolver al concepto su cualdiad poética y significante a fuerza de inventar nuevas metáforas, pero no, es caer en la misma trampa de nuevo. Lo mejor, lo más poderoso, lo más chocante (de una buena forma, de la manera correcta) es devolver a las palabras su significado original, desmetaforizar, en lugar de cubrir la idea con un manto de nuevas metáforas. Eso genera el mayor coeficiente de extrañamiento, que es precisamente lo que se busca.
Y no sirve sólo para los títulos de miniseries de comics, sirve para cualquier cosa que escribas.


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Anonymous – (o la redención) de Roland Emmerich


Shakespeare da para mucho. Por lo menos da para ser el tema central de dos de mis películas favoritas (ésta de la cual hablo y Shakespeare in love, o Shakespeare apasionado, como la tradujeron en Argentina) y es uno de los personajes recurrentes en uno de mis comics favoritos (Sandman). Y todos tratan más o menos el mismo tema: quién era Shakespeare, de dónde sacaba sus ideas y por qué un día dejo de escribir y volvió a su pueblo natal a vivir en el anonimato y morir.
Shakespeare es en sí mismo una paradoja: un vacío de datos biográficos sustentado en la masa más apabullante de genialidad literaria que se pueda imaginar. Shakespeare es un poco como Borges en el sentido de que casi todos saben quien es pero casi nadie lo leyó, y también es un poco como Borges porque leerlo es una mezcla de felicidad estética absoluta mezclada con la pena y la rabia de saberse incapaz de llegar nunca a esas alturas, a esos niveles de virtuosismo y a esa posibilidad de maravillar sólo con palabras. Y algo de esa sensación se expresa en la película, representada por el coro de escritores que, en el teatro, observan sus obras y las comentan.
La teoría de que el autor de las obras que se le endilgan a Shakespeare fue un noble, un erudito, es conocida y se presenta a pocos segundo de iniciado el metraje, así que no estoy destripando la trama ni adelantando sorpresas. Pero el guión da un par de giros más que entran en el terreno del melodrama y llevan la historia a lugares insospechados que es mejor preservar. Es un guión inteligente y similar a un rompecabezas, que entrelaza la política, el romance, la mera venganza por odios antiguos, el adulterio, las mentiras y secretos, y se debe estar bastante atento a la hora de verla para poder relacionar todo a la primera.
Después de melodramas de ciencia ficción (Stargate, Día de la Independencia), melodramas patrioteros yankis (El patriota) y melodramas obre el fin y el principio de la humanidad (10.000 AC, 2012, El día después de mañana), Roland Emmerich ha hecho por fin algo que requiere un poco más de atención, en varias acepciones de la palabra. La reconstrucción de época es maravillosa, aunque falla en los planos abiertos de las ciudades y castillos (se ve a la legua que es CGI) y en la única escena de “acción”, donde los varios fogonazos de mosquete parecen salidos de una película de tiroteos militares de Michael Bay, pero en general es un film de lo más digno.
Lo que sí es extraño y descoloca es la ambientación contemporánea del principio y el final: la película abre y cierra con las palabras de un actor/especialista o lo que sea, declamando acerca de la vida de Shakespeare dentro de un teatro. No es que esté mal. Al principio funciona. Al final es lo más anticlimático que he visto en mi vida, no tanto por las palabras de hombre sino porque la película, cabalmente, cierra con el público poniéndose de pie y yéndose, lo que queda horrible. Y el otro detalle negativo de ese marco contemporáneo es que no se sostiene a lo largo del relato: la película empieza y termina así pero en el transcurso de la película no se vuelve a tomar contacto con ese plano temporal moderno, no vuelve a aparecer, no hay nada, ni una voz en off siquiera, que nos  recuerde que supuestamente estamos viendo una representación mediatizada por la voz de un tipo canoso y barbudo con pinta de profesor de literatura jubilado que miraba con mayor atención a sus alumnos que a sus alumnas.
Pese a sus errores, el film suma muchos puntos por el tema, por tratarse de Shakespeare, y por dar una explicación inteligente de quién pudo haber sido y un pantallazo de sus obras y de la reacción del público ante ellas.
Shakespeare es un grande. También es algo así como un cliché y una marca registrada, pero no hay que dejar que eso empañe su grandeza. Quien lo lea va a conocer la diferencia entre un autor que merece su gloria y otro que la compró con favores o fue elevado por simpatizantes o amigotes con poder para imponer un canon.
Léanlo. Es imposible que se arrepientan.



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Llegaron los Nuevos 52



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Ya compré dos números uno de los comics pertenecientes al nuevo reboot de DC Comics, publicados por la rama sudamericana de ECC. La Liga de la Justicia y Aquaman. Los dos, casualmente (o no), están guionizados por Geoff Johns, otrora gran cerebro detrás de buenas series y ahora mandamás con pocas ideas en la cabeza y mucho poder en las manos.
Lo peor de ambos números (y no es culpa de Johns sino de la forma en que se escriben comics hoy en día) es el descompressive storytelling (narración descomprimida, sería en castellano, creo). Por mucho que se se haya puteado a la narración descomprimida, tengo que asegurar que no es suficiente, que todos se quedan cortos. La narración descomprimida es una estafa y un robo al mismo tiempo: no sólo te prometen contarte una historia en un episodio, que cada uno tenga valor y sentido por sí mismo, sino que al no hacerlo te obligan a comprar más y te sacan más plata. Una estafa moral y un robo monetario.
El número de la LJA contiene un solo episodio. Y no pasa nada. Y no es un eufemismo, no es que pase poco o que se preparen sucesos posteriores. Es que, posta, no pasa nada en todo el número. Hay una cierta acción, una cierta presentación de los personajes, pero no... pasa... nada...
El de Aquaman es un tomo de cuatro episodios y ahí sí, pero apenas, se cuenta una historia (una historia que, además, contó mejor Alan Moore en un solo número de la Cosa del Pantano en 1986).
En el apartado gráfico, en la JLA tenemos a un clon de Jim Lee que se llama... Jim Lee. Todo dicho.
Y en Aquaman tenemos a un fastuoso Ivan Reis, un poco perjudicado por las tintas de Joe Prado, que ni aún queriendo podría tirar muy abajo la majestuosidad de los dibujos de Reis. Todavía me sigue gustando más los números de Superman o de la Guerra Rann/Thanagar que publicó Sticker Design hace unos años. Pero a Reis no hay con qué darle, es enorme, histórico, imprescindible.
Ahora espero los títulos de Batman y las esporas que dejó Vertigo para que florezcan en el universo DC y lo devoren todo: Swampthing, Animal Man y JL Dark.


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Saturday, July 07, 2012

Darwinismo: ¿y si los buenos fueran los más aptos?


Indignación.
Eso sentí ayer cuando llevaron los diarios al laburo y en una de las tapas de la revista que lo acompaña aparecía esta puta barata de la Vanucci (perdón, pero me acuerdo su nombre de pila y además creo que ella sólo tendría reparos respecto a la parte de “barata”) promocionando su nuevo programa de cable patrocinado por Forbes. Obviamente, su mantenedor millonario le habrá conseguido ese curro para cumplir con un capricho; o sea, todos sabemos que Vanucci no debe tener la capacidad de calcular el 15% de 100 sin una Casio en la mano, así que es muy poco lo que sabrá acerca de economía y finanzas.
Pero esto no se trata de una mujer en particular sino de algo más profundo.
Mi primera reacción fue, como siempre, preguntarme si no estaba reaccionando por envidia y si no estaba totalmente equivocado en mi indignación. A todos nos gustaría tener la guita que esta mina consiguió por el simple hecho de cogerse a un millonario pero, pensé, a mí me gustaría tenerla por algún merecimiento real, por ser bueno en lo que hago. Y ese es el punto débil del razonamiento, porque lo que hace esta mina es ser una puta y debe ser muy buena en lo que hace para haber encajetado a un pelotudo millonario que la mantenga.
Entonces, ¿eso se vale o no se vale?
Es darwisimo puro, es evolucionar en el rumbo que marca tu dotación genética, utilizar para avanzar lo que más desarrollado tengas. Y si la mina sólo tiene su cuerpo, su falta de moral y su capacidad de manipulación, si la genética la dotó con eso en lugar de con las funciones más altas del cerebro y algún talento, ¿no está bien que utilice lo que tiene y maximice los resultados?
Si no permitimos eso, entonces ¿qué se hace con quienes nacen sin inteligencia y sin creatividad y sin moral? ¿deberían quedar afuera de todo arreglo social y económico, imposibilitados de ganarse la vida? ¿deberían tirarse en las veredas a morir de hambre?
¿Cómo sería un mundo donde sólo quienes fueran talentosos, inteligentes, sensibles y buenos pudiesen arreglárselas para sobrevivir?
Supongo que sería el reverso de éste. O éste mismo, pero casi despoblado.
Y supongo que yo no estaría ahí.
¿Vos estarías ahí?

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Por qué Flashpoint es una mierda


Flashpoint, la miniserie con la que ECC comenzó su periplo sudamericano es, en palabras más educadas que las del título de la entrada, una manifiesta porquería, por varios motivos.

1.-Porque es una copia de La Era de Apocalipsis de Marvel.
2.-Porque es una mala copia de la Era de Apocalipsis de Marvel; es decir, copia el esquema (una muerte en el pasado que cambia el presente) pero ese esquema no se sostiene. La muerte de Charles Xavier sí puede cambiar el universo Marvel como lo hizo la Era de Apocalisis, pero que la muerte de la madre de Barry Allen provoque todo lo que supuestamente provoca en Flashpoint que la nave de Kal-El caiga en Metrópolis, que Atlantis y la Isla Paraíso estén en guerra, que el ladrón haya matado a Bruce Wayne y no a sus padres, que Deathstroke sea un pirata y Warlord nunca haya ido a Skartaris, etc.) es estúpido.
3.-Porque la estructura del relato, con todos los tie-ins, es abierta, es decir, en La Era de Apocalipsis todos los argumentos de las miniseries apuntaban a dos finales paralelos y complementarios, a la última confrontación con Apocalipsis  y a la captura del cristal M'Kraan, pero en Flashpoint las miniseries retratan episodios casi al azar de distintos personajes que no se encauzan hacia un mismo final, que se abren en lugar de apuntar al mismo blanco como flechas, y están relacionados de forma laxa, agarrada de los pelos, sin ser requeridos por la trama principal, sin una sensación de necesidad (o tal vez necesariedad, que me suena más apremiante pero no sé si es una palabra del castellano).
4.-Porque sabemos que tras Flashpoint nace un nuevo universo DC, por lo cual todo lo que ocurre en la miniserie y en los tie-ins no tiene la más mínima importancia.

Entonces, las historias que tienen algo importancia la tienen por sí mismas, sin relación con el panorama más amplio, porque el guionista o el dibujante son buenos y generan un poco de emoción momentánea y nada más.
Yo dejé pasar un par porque no me convencían y me arrepentí de comprar algunas de las que compré, lo que es feo, sobre todo porque, al traer las miniseries completas, no son tomos baratos.
No se puede criticar a ECC por publicarlos porque era lo más lógico, los puntos de salto más accesibles para los nuevos lectores, pero igual es un garrón que su carta de presentación como empresa y como editorial sea semejante porquería.
Por suerte, cuando vengan las series de los Nuevos 52 la cosa va a mejorar.


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