Friday, June 25, 2010

Cinco novelas – de José Pablo Feinmann

Hace unos meses, cuando me mudé, encontré en la caja de saldos de un quiosco que está a media cuadra de mi departamento nuevo varios libros y compré un par de Félix Luna y cinco novelas de Feinmann, las cinco que había. Son de esas colecciones que sacó hace unos años Página/12, que estaban muy buenas y muy baratas. Tengo también un par de libros de la colección de Dostoievski, que en su día me salieron solamente 2 pesos con 50. Nada.
El mes pasado, sin ganas de andar con libros gruesos en el portafolios y ya cebado por Filosofía Aquí y Ahora, me decidí a ver qué tal escribía el tipo. Y escribe muy bien.
Voy a ir escribiendo lo que me parecieron los libros en el orden que los leí.

1.-La astucia de la razón: de todas, es la novela más difícil de leer porque está escrita desde el punto de vista del protagonista principal, que es un filósofo con un problema psiquiátrico, con una neurosis obsesivo/repetitiva o algo así, lo que significa que más o menos cada carilla está ocupada por la misma frase repetida veinte veces con pequeñas variantes, cambiando el orden de las proposiciones o colocando verbos o adjetivos que son matices de los que aparecían en la frase original. Fue la que más me costó leer en el sentido de que tardé como dos semanas en terminar el libro, porque como el procedimiento me cansaba bastante leía un par de páginas por noche y lo dejaba para después. Igual, es lo suficientemente interesante como para que el embole valga la pena. Y como Feinmann se la pasa hablando de teoría y discusiones filosóficas y de autores cuyos nombres ya producen reverencia, tiene el plus de que leerla y entenderla (o creer entenderla) te hace sentir inteligente. O más inteligente de lo que en realidad sos, tal vez.

2.-La sombra de Heidegger: en contraste con la anterior, creo que si tengo que elegir la novela que más me gustó, puede ser ésta. Seguimos con el tópico del protagonista filósofo o los protagonistas, porque se trata de un padre y un hijo que comparten el oficio), con las obsesiones filosóficas de Feinmann, que al parecer giran alrededor de Hegel, Heidegger y Marx sobre todo. Aparece también otra de las que creo son las obsesiones de Feinmann que es la filosofía aplicada a la política, en este caso, las teorías de Heidegger como punto de apoyo del Tercer Reich. Me gustó encontrar en ésta novela referencias a la anterior: por ejemplo, el segundo protagonista, el hijo, es el profesor de filosofía del protagonista de La astucia de la razón; procedimiento que, al menos a mí, me remite automáticamente a Rodrigo Fresán, con todos sus personajes que va repitiéndose y apareciendo, aunque sea nombrados, de un libro a otro. Brett Easton Ellis hace lo mismo, según sé. Está bueno, te da la sensación de estar más comprometido en el mundo ficcional del autor, de, de alguna forma, saber ya de qué están hablando. Te hace sentir parte, y esa es una de las condiciones fundamentales de un buen relato y por otro lado una de las cosas más difíciles de lograr: el compromiso emocional, el sentirse dentro del mundo que te narran.

3.-El ejército de ceniza: cuando le empecé a leer me sorprendió porque creí que Feinmann solamente escribía novelas “intelectuales”, con mucha teoría filosófica y citas de autores, de “héroes del pensamiento”, como los llama él. Y esto nada que ver. Es lo más parecido a un capítulo de El Gran Chaparral que he leído, o al menos las imágenes que genera me hacen acordar a eso y no tengo en mente ninguna serie argentina de ese estilo como para buscar un referente autóctono. Acá es cuando empecé a darme cuenta de que Feinmann tiene un problema con los finales. No le salen del todo bien. No los puede usar como el giro perfecto que le redondee la historia. O puede ser opinión mía y nada más. No lo puedo explicar sin destripar el argumento de la novela, y esa no es la intención, así que lo dejo así. Lo que puedo decir a favor de la novela como un todo es que los giros argumentales son realmente sorprendentes. Desde la mitad hacia delante ya no sabés qué va a pasar ni quién va a llegar vivo al final. Que el narrador sea omnisciente ayuda mucho a lograr ese efecto. Habrá que tomar nota.

4.-Los crímenes de Van Gogh: esta novela es rara porque es un cincuenta y cincuenta. Media novela es una historia policial con detalles diferenciadores del policial clásico como la aparición del fantasma de Jack el Destripador o la personalidad del protagonista, que vive a través de las películask, quiere que su vida se convierta en una película y planea hacerlo matando, rellenando con sus actos el guión de un film de asesinos seriales. Tiene buenos momentos, un par de giros interesantes y algunos buenos personajes.
La otra mitad es un intento de Feinmann de hacer un retrato grotesco de la Argentina, pero con muy poca suerte. La sutileza y la profundidad desaparecen a favor del trazo grueso y los chistes fáciles, apariciones de personajes mediáticos con los nombres cambiados pero reconocibles (Mariano Grondona como Mariano Neurona, Mirtha Legrand como Mirtha Leblanc, el comisario Patti como el comisario Pietri, que de yapa es uno de los protagonistas), y reflexiones (si se puede llamar así a los lugares comunes que todos sabemos, sentimos y conocemos) sobre la política, los medios de comunicación y el negocio del cine. Lo peor son los diálogos, también en dos vertientes del error: por un lado, son todos ocurrentes, todos la tienen clara y saben qué decir en cada momento. Me hace acordar a las críticas que se le hacían a Peter David en sus tiempos del Increíble Hulk: decían que, estaba bien, te matabas de risa con los diálogos que escribía, pero para meter chiste tras chiste tras chiste, todos los personajes debían ser ocurrentes, todos los personajes debían ser chistosos, y eso los desdibujaba, les quitaba la oportunidad de tener cada uno una personalidad distintiva. Acá pasa precisamente eso. Y por otro lado, los diálogos internos (¿o serán monólogos?) de los personajes son totalmente desacertados: los que son ruines se hablan a sí mismos como a seres ruines, los que son patéticos se hablan a sí mismos como a seres patéticos, etc. etc. Yo estoy convencido de que eso no pasa, de que los personajes (como las personas) no pueden verse a sí mismas con objetividad porque, precisamente, son tanto objeto como sujeto de la observación y esa situación de observación los modifica ante sus propios ojos. En criollo: nadie se ve a sí mismo como es y menos aún si ese “como es” se refiere a algo negativo. Los hijos de puta no se ven como hijos de puta: se ven como fuertes en un mundo de débiles, como vivos en un mundo de giles, como inteligentes en un mundo de estúpidos, como los que las tienen bien puestas en un mundo de maricones, pero nunca como hijos de puta. Si Feinmann hubiese dejado sólo la trama policial y sacado los fragmentos de crítica social (o si la hubiera hecho en serio, sin caer en el grotesco de plástico berreta), la novela sería mucho mejor de lo que es. Igual, la belleza y la fuerza de la prosa no se la quita nadie. Está tan bien escrita como las otras cuatro, de eso no hay duda. Pero no es lo mismo escribir bien que escribir cosas que valga la pena leer. Y, además, un tropezón lo da cualquiera.

5.-El mandato: otra muy buena novela. La segunda en mi opinión. Está ambientada en los primeros años del siglo XX en Argentina, habla de política, de los mandatos familiares (de ahí el título) y de los sacrificios que deben hacerse para cumplir con ellos. Hay un par de buenos personajes y los diálogos mejoran mucho comparado con la novela anterior, aunque como dato negativo, el final es medio apresurado y recurre al deus ex machina de la locura repentina para posibilitar que los acontecimientos se precipiten. Salvo eso, muy buena lectura. Y como es corta, la terminé en dos días.

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Esto de hablar de un libro sin contar el argumento es un interesante ejercicio de crítica. Si algún día vuelvo a estudiar Letras me va a servir.
Si encuentran algún libro de Feinmann, les recomiendo su lectura. Yo voy a estar con las antenas levantadas por si algo más cae en mis manos.
Saludos.


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Monday, June 14, 2010

LPDLS 1 – Daybreakers


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Al blog le faltaba más cine, así que me voy a dedicar a desmenuzar las ideas o emociones que me generen las películas que vea en la semana. Así, de paso, me obligo a mirar al menos una película por semana, cosa que a veces no hago por mirar tele. Y la verdad que a la tarde, salvo los programas de chismes y las mismas noticias repetidas, hay poca cosa para ver.

LPDLS son las siglas de La película de la semana. Ya hice la misma boludez con los GAH y me gustó eso de abreviar. Así que ahí va:

Daybreakers (o Vampiros del día acá) la miré anoche así que está fresca en mi memoria.
Buena película. Buenos actores. Ethan Hawke me parece un buen actor. Actúa. Ese es el tema, esa es la diferencia. No pasa lo mismo con, por ejemplo, Tom Cruise: las suyas son películas DE Tom Cruise, películas donde APARECE Tom Cruise, donde ESTÁ Tom Cruise. En cambio cuando te referís a Etha Hawke, es una película donde TRABAJA Ethan Hawke, donde ACTÚA Etha Hawke. Así que, bueno, en Daybreakers actúa Ethan Hawke. Y Wilhem Dafoe. Y Sam Neil. Y una par de tipos más. Y la “chica”. Y otra chica más, para que los hermanos protagonistas tengan algo así como un interés romántico cada uno.
La idea de un mundo donde la mayoría son vampiros y los humanos un recurso natural es bastante buena. La fábrica de sangre donde exprimen a los humanos cual sachet de leche me hizo acordar demasiado a las torres de Matrix, y la idea es más o menos la misma si cambiamos sangre por electricidad. Pero tampoco le podés exigir a una película ser cien por ciento original hoy en día.
Hay mucha sangre y muchos bichos feos, cosa que en los tiempos post-Anne Rice y sobre todo post-Crepúsculo (engendro que no he visto ni veré mientras pueda evitarlo) se agradece. Hay verdadera tensión, buenos cambios de ritmo y giros argumentales. Cerca del final no sabés bien cómo va a terminar todo, creo que hasta los últimos dos minutos pensás que las cosas se pueden dar vuelta. No es de esas películas esquemáticas, predecibles como una novela de la tarde. Usa muy bien los diferentes tipos de vampiros (los que son sólo humanos pálidos, los que chillan y muerden y los que son casi quirópteros) y da una explicación copada y que nunca había oído acerca de eso. Así que en el plano de la trama y de las ideas, califica bastante bien.
Lo que sí me gustó mucho, y que tal vez no se capte a simple vista, es que se trata de la primera película de vampiros capitalistas, donde aparecen palabras como negocio, mercado, empresa, producción en masa, oferta y demanda. Me explico: no es que eso sea bueno en sí mismo sino que me parece nuevo. Tal vez sea la más grande novedad de la película, comparada con las visiones anteriores del vampirismo. Porque antes, siempre, creo, los vampiros como sociedad pertenecían a organizaciones históricas pasadas: se organizaban en hordas como las tribus primigenias, o en grupos similares a los reinos cuyos señores luchaban por la primacía, o en ambientes cortesanos del estilo amanerado y decadente. Acá no. Supongo que porque todos (o casi) se transforman en vampiros y entonces siguen con la misma organización sociocultural en la que nacieron y crecieron, sólo sumando sangre a la mezcla y nada más.
Sea cual sea la razón, me pareció una forma refrescante de mostrar el tema: la sangre como mercancía, los vampiros deformes como las clases bajas, los descastados que molestan a los que están integrados al sistema, los humanos como un recurso no renovable en peligro de desaparecer.
Por supuesto que el acento de la película no está puesto ahí. Es una película de otro género, con monstruos, sustos, gore, chorros de sangre, mutilaciones y desmembramientos varios. En definitiva, con todo lo que una buena película de vampiros tiene que tener de Drácula para acá. Pero un pequeño comentario sociocultural tampoco viene mal.
Y la otra idea que me quedó picando es la de que el sol puede revertir el vampirismo. No lo dicen, pero eso implica que cuando le clavás una estaca sí matás a un vampiro, pero cuando se lo expone al sol, en su último segundo de vida, vuelve a ser lo que era originalmente y entonces lo que muere no es otra cosa que un ser humano. No sé si pensaron en eso cuando escribieron el guión. A lo mejor sí, y lo usan en la segunda parte.


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Thursday, June 10, 2010

Décalogo del poeta patagónico - de Tomás Watkins

Diez para el poeta patagónico


1) En lo posible prescindí de las palabras patagonia, viento, frío, coirón, pehuén, marrón, paraíso, etcétera, salvo que te hayas mudado a la CABA y sientas nostalgia del terruño.
2) Es necesario que desmitifiqués el viento pues trae más inconvenientes que metáforas. El viento no produce poesía sino alergia.
3) Trabajá tus versos como si estuvieras en Miami o en París o en la Luna; explorá las posibilidades de viajar con tu escritura mientras no puedas hacerlo con tu plata.
4) El poema es como un chivo al asador: requiere de contemplación y paciencia. Hay poco peor que un chivo arrebatado.
5) Escribí antes de ocuparte por figurar en cualquier ránking. Hay quienes escriben mal, muy bien. La fama es un arma celosa en cuyo extremo se halla el silencio (¿?). No hay nada peor que un chivo arrebatado.
6) La lectura funciona para escribir. La ocasión, para publicar. Donde entra el tema del tarro es en cosas como el pretendido talento nato, que te lean y jaqueen, la posteridad al pedo.
7) No especulés con los efectos de tu texto porque no es de tu incumbencia. Ser escritor de versos es jodido pero a pesar de todo tenés que poner el lomo y más.
8) Poné el lomo y más: cómo será de jodido este oficio que grandes poetas y pensadores terminaron publicando al dorso de boletos de colectivo.
9) Hacé como Saccomanno que es poeta, periodista y narrador y un día agarró y se fue a vivir a una playa.
10) Hay que escribir en cuero como si fueran siempre estos 23 grados en mayo. Un chivo al asador es un poema con los brazos abiertos.


Tomás Watkins
22/05/09

Requiem por un amigo virtual

Hace un par de semanas, un mes tal vez, dieron de baja el blog comicsworld.wordpress, que está como uno de los links para descargar comics ahí, a la derecha de esto que están leyendo. Es una pena. Y es una forrada, según yo lo veo.
Si querés entrar, un cartel te dice que el blog fue suprimido por violar las condiciones del sitio madre, lo cual significa que lo dieron de baja por postear material con copiright sin autorización. Por colgar comics sin pagarle a las editoriales o a los creadores, dicho en buen cristiano. Y por un lado está bien, supongo. Pero por otro...
En norteamérica no sé, creo que allá las casas de comics son algo grande, que hay muchas y el material que se puede conseguir es variado y completo, pero en otros lados del mundo hay obras, joyas, que son directamente INCONSEGUIBLES, INENCONTRABLES, y el único recurso que te queda es rezar para pedir que gente con buena onda haya escaneado eso que andás buscando y lo haya colgado de la red para al menos leerlo en digital.
El coleccionismo de comics no se parece a seguir una serie por televisión o mirara películas o escuchar todos los discos de una banda. Cuando coleccionás comics es precisamente eso: coleccionás comics, en papel, en formato revista, impreso, engrapado, con olor a tinta y celulosa, no coleccionás cds grabados con imágenes en .jpg. Por supuesto que yo tengo cartucheras y cartucheras llenas de cds con series completas en .jpg, pero se trata de series que calculo nunca voy a tener en mis manos en forma de revistas. E incluso casi nunca las leo, esperando a ver si ocurre el milagro y alguien se digna a publicarlas acá. Las pocas cosas que he leído en la pantalla de la pc las leí porque tenían tan buenas críticas y hablaban de ellas en tantos lugares que prefería leerlas y ver qué tal eran estando todavía más o menos desinformado antes que leyera algún comentario o alguna crítica que me quitara toda la emoción de ir descubriendo por mí mismo lo que la trama fuera revelando. Planetary, All Star Superman, Ex-Machina, Invincible, The walking dead y creo que ninguna más. Y no es lo mismo. No es para nada lo mismo. Ahora lo experimento, cuando tengo en las manos los tomos que compro de Norma con el Superman de Jim Lee y que, a pesar de lo malísimo que es el guión de Azzarello, me emociona porque nunca pensé que iba a poder ver esos dibujos como se debe, en papel, impresos en tinta.
A lo que voy es a que leer historietas escaneadas es (por ahora, para mi generación por lo menos todavía) antinatural y poco satisfactorio, es una última chance, una posibilidad devaluada, pero nunca la primera opción. Es algo que hacemos cuando no queda otra porque la diferencia es por demás notoria. Una hoja impresa y unos pixeles en la pantalla no tienen nada que ver, mientras que un disco de estudio y varios temas en mp3 son casi lo mismo (las ondas sonoras salen igual por un parlante, aunque con mayor o menor fidelidad) y ver una serie en las 20 pulgadas de un televisor o en las 15 de un monitor tiene unas 5 pulgadas de diferencia y nada más. No es tanto, no se nota tanto. Con los comics sí se nota.
Por eso me jode que saquen sitios o blogs así, porque no son lugares criminales que le meten la mano en el bolsillo a las editoriales: son casi un servicio público, son él último recurso del desesperado, de gente que, si esos comics estuvieran a su alcance, los comprarían religiosamente sin necesidad de llenar el disco duro de archivos .rar con páginas para descomprimir. Y, además, a los tipos que arman esas compilaciones en blogs o páginas web, les lleva tiempo, dolores de cabeza y lo hacen desde las ganas de compartir y de ayudar a sus colegas. Desde buenos sentimientos, desde sentimientos positivos. Y no creo que eso esté mal.
No sé, nunca me fijé, quién era la persona que actualizaba ese blog, pero le mando un fuerte abrazo.

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Tuesday, June 01, 2010

Pasteles de bebé - de Neil Gaiman


Hace unos años todos los animales se fueron.
Nos despertamos una mañana y ya no estaban allí. Ni siquiera nos dejaron una nota o nos dijeron adiós. Nunca acabamos de entender adónde se habían ido.
Los echábamos de menos.
Algunos pensamos que el mundo se había acabado, pero no era así. Sencillamente, no había más animales. Ni gatos ni conejos, ni perros ni ballenas, ni peces en los mares, ni aves en los cielos.
Estábamos completamente solos.
No sabíamos qué hacer.
Vagamos perdidos un tiempo y entonces alguien señaló que, sólo porque ya no había animales, no teníamos por qué cambiar nuestras vidas. No teníamos por qué cambiar nuestras dietas o dejar de poner a prueba productos que podrían hacernos daño.
Después de todo, aún quedaban los bebes.
Los bebés no saben hablar. Apenas se pueden mover. Un bebé no es una criatura racional y pensante.
Hicimos bebés.
Y los usamos.
Algunos nos los comimos. La carne de bebé es tierna y suculenta.
Los despellejamos y nos decoramos con su piel. El cuero de bebé es suave y cómodo.
Con otros hicimos pruebas.
Les sujetamos los ojos abiertos con cinta adhesiva y vertimos detergentes y champús dentro, de gota en gota.
Los cubrimos de cicatrices y los escaldamos. Los quemamos. Los sujetamos con abrazaderas y colocamos electrodos en sus cerebros. Hicimos injertos y los congelamos e irradiamos.
Los bebés respiraban nuestro humo y en sus venas corrían nuestras medicinas y drogas, hasta que dejaban de respirar o hasta que la sangre les dejaba de correr.
Fue duro, desde luego, pero era necesario.
Nadie podía negarlo.
Si habían desaparecido los animales, ¿qué otra cosa podíamos hacer?
Algunas personas se quejaron, por supuesto. Pero la verdad es que siempre lo hacen.
Así que todo volvió a la normalidad.
Pero...
Ayer, todos los bebés habían desaparecido.
No sabemos adónde se fueron. Ni siquiera los vimos marcharse.
No sabemos qué vamos a hacer sin ellos.
Pero ya se nos ocurrirá algo. Los seres humanos son listos. Es lo que nos hace superiores a los animales y a los bebés.
Ya encontraremos una solución.


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Zarpado.
Eso es un cuento y lo demás son boludeces.
Neil Gaiman escribe lo más cercano a lo que deben haber sido los cuentos folklóricos que nos han llegado edulcorados por el paso de los siglos. Lean Sandman, lean (o vean) Stardust y van a darse cuenta de que mezcla la ternura y la sangre, el asesinato y las hadas, la magia y los miedos reales, mortales, como lo que intuimos debe haber pasado en las versiones originales de Hansel y Gretel o Blancanieves o Caperucita Roja.
Es un tipo de la Edad Media sacando de contexto nuestras cabecitas occidentales cristianas y modernas. Y hay que agradecérselo.


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